Y es que, a pesar de las decenas de campañas, unas muy buenas y otras horrendas, que gobiernos, instituciones y medios de comunicación hacen en su favor, los números van a la baja. O sea que cada vez, menos mujeres amamantan a sus hijos.
Sé que existen muchas razones, unas más válidas que otras; entre la falta de tiempo, el exceso de trabajo, que no hay lugares adecuados y muchas más para que no lo hagan pero según la última Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, la mayoría coincide en que la principal razón para dejar lactar es “por falta de leche”.
Las que escuchan el programa de radio, y en concreto el segmento que tiene bbmundo los miércoles, estarán acostumbradas a oír que, salvo ocasiones verdaderamente extrañas, la producción de leche materna opera bajo demanda, es decir, entre más amamanten a sus críos más van a tener.
Pero más allá de todos los argumentos médicos y nutricionales -que ya por sí solos deberían ser lo suficientemente válidos como para que todas las mamás quisieran dar pecho a sus hijos hasta los nueve años- en esta edición quiero que reflexionemos sobre el lazo emocional que la lactancia genera.
Hay decenas de teorías que buscan explicar la unión tan fuerte que se genera mientras amamantas, pero lo que quiero que pensemos es que definitivamente para ellos somos el primer contacto con el mundo. Las primeras sensaciones de protección, amor y fuerza. Darles pecho es el primer contacto que tienen con la aceptación o rechazo por parte de la persona más importante en su vida. ¿Cuántas de nosotras hemos tenido situaciones miserables por sentirnos rechazadas?
Ahora ¿Se imaginan un niño que no sabe nada del mundo? Él no entiende que te quedaste vacía, que no estás generando lo suficiente, que te duele o que no tienes un lugar para poder darle de comer, él lo que registra es que por alguna extraña razón, ya no siente a su mamá cuando come.
Ahora, véanlo desde el lado más egoísta, sí, ese dónde sólo se tengan que ver a ustedes mismas: lactar es la oportunidad de alimentar a su hijo con lo mejor que su cuerpo puede generar, de pasar tiempo con él, de verlo dormir, respirar, reír. Créanme -ahora con dos hijas adolescentes y una a punto de dejar la casa para irse a la universidad- les puedo decir que ese tiempo dura muy poco, ese momento dónde sólo son su crío y ustedes, y también créanme, lo van a extrañar cuando ya no esté.
Sé que el tema puede ser mucho más profundo, que cada una tendrá sus propias problemáticas y buscará hacer las cosas lo mejor que puedan, pero es importante que tengan claro la importancia de la decisión que tomen: amamantar no sólo sirve para nutrir su cuerpo, también es la forma de hacer lo mismo con su alma en los primeros años de vida. ¡Piénsenlo antes de decir “me falta leche”!