Francamente no sé que pensar. Volteo a ver a mi hermana –que es un muy discreto 32B-, los escotazos hasta el ombligo que se puede poner sin perder la distinción, o que puede escoger usar bra o no, sin correr el riesgo de una catástrofe.
No tiene que inventar cuanta arimaña se le ocurra para el vestido con el escote en la espalda que casi se besa la rayita de las pompas con la angustia de cómo se va a resolver el asunto de adelante.
Luego me veo en el espejo con mi robusto 32DDD, veo los 70 bras de los cuales soy dueña para mantener a las nenas en su lugar, y pienso en lo difícil que es esconderlas cuando de verdad no las quiero enseñar, y en los escotes de los que me tengo que cuidar para no parecer tumba de hombres. No sé si reír o llorar.
Ahora, ser bustona también tiene sus pros: no hay vestido que yo no llene… mmm… mmm… ¡Estoy pasmada en frente del teclado porque no se me esta ocurriendo ningún otro pro que escribir mas que el que dijimos en el Matamesta de moi 9: “A los hombres les gustan”. Jajaja. Porque sí, Spiderman es de los hombres que forman parte de la estadística de “prefiero chichis que nalgas”. ¡Bendito dios! Aunque siendo bien francos, ¡aquí hay de las dos!
Lo curiosos de esta historia es que de mis dos hermanas, yo soy la única “chichona”.
De hecho, mi mamá hasta la fecha se pregunta por qué y de dónde saqué semejante anaquel.
Mi relación con ellas ha sido de amor y odio, porque a veces sí resulta incómodo andarlas cargando, buscar la canastita perfecta para contenerlas y gastando dinerales en un arsenal de brasieres para cuando me voy a poner una t-shirt blanca, para cuando me quiero ver plana, para cuando las quiero más separadas o más juntas, el strapless y otras cuantas variaciones.
Es duro y entiendo perfecto a las que deciden quitarse la mitad, pero sigo sin entender las hordas de clientes que recibe el doctor Abel de la Peña, ¡buscando un décolletage más grande!
Cuando tenía 18 años, mi mamá me llevó con un cirujano para examinar la posibilidad de que me quitara la mitad de lo que tenía. El doctor Fernando Magallanes, un gran médico militar (bendito sea el señor, muy conservador), le dijo a mi mamá que estaba demasiado chica para tomar una decisión (literalmente) de ese tamaño.
Mi mamá se quedó chata y yo feliz, porque en realidad no tenía claro que eso era lo que yo quería hacer (¡les juro que mi mamá es una gran mamá, no crean que es como la madrastra de Cenicienta!)
Ahora con los años, con todo lo que he aprendido y todo lo que sé, entiendo que el tamaño o la forma es un poco lo de menos, lo de más es que estén sanas. Chicas, grandes, dos pellizcos o dos Sandías, la fuente de alimento de un bebé o la alegría de un hombre, son un recordatorio de un serio problema que tenemos en México.
Todos los días mueren decenas de mujeres por cáncer de mama no detectada a tiempo. Por eso en octubre decidimos honrar a ese par de chiquillas que tanta alegría dan a propios y extraños, recordándonos que hay que cuidarlas no solo este mes, sino todos los días. Siempre.