Por supuesto, no voy ni en la segunda, cuando me interrumpen para decirme “Mamáaa… esa ya nos la platicaste, cuén- tanos otra”. Entonces intento con la cinco y la seis, y me vuelven a reclamar que ya se las había contado, entonces les respondo que ya no me acuerdo de más y me dicen “Ma’, estás cañona, ¿no te trauma que no te acuerdas de nada?”.
La verdad es que sí, sí me trauma mucho. Yo no sé si voy a tener Alzheimer en mi vejez o qué pasa con mi memoria, pero hay un montón de cosas del pasado de las que no me acuerdo. Sé que para muchos olvidarse del pasado y poder borrar las cosas que vivieron sería increíble. Yo, por el contrario, creo que gracias a todo lo que hemos vivido en el pasado hoy somos las personas que somos. Quiero pensar que, aunque no me acuerde muy bien de muchas cosas que viví, seguramente estarán en el banco profundo de mi memoria, de mi psique y de mi subconsciente, y que gracias a todo eso me he convertido en la mujer que soy y en la persona que piensa como lo hace.
Creo que tenemos muy satanizado al pasado, cuando es increíble acordarse de él, es tan nostál- gico y tan educativo; sin embargo, también creo que hay una línea entre hacer ese ejercicio e instalarse en el pasado como si fuera un sofá.
Cuántos de nosotros no conocemos a una mamá, a una tía, que se divorció hace 40 años y sigue con la cantaleta años después de “es que cuando tu papá nos dejó… es que cuando tu papá se fue… es que tu papá me fue infiel”, y te dices que no puede ser que opten por vivir instaladas en lo que pasó hace tantos años.
Quién no se ha encontrado a gente que sigue con el “mi mamá me pegaba de chiquito” o “es que me hacían bullying en el cole- gio”. Sin duda, todos hemos tenido momentos críti- cos en la vida, pero gran parte de la razón por la que estamos en este mundo es justamente para crecer y aprender, y el crecimiento implica supe- rar, trabajar, digerir y entender todo lo que nos ha pasado en la vida, ponerlo en el contexto correcto y recontártelo de una manera en la que te sirva para seguir adelante y para fortalecer tu persona, tu espíritu, tus emociones, etc.
La gran parte de trabajar con tu pasado es apren- der esas grandes lecciones, contarte la historia como te conviene y te aporte algo, en lugar de utilizarlo como muleta, como excusa o como la justificación más grande entre todas las razones por las cuales no te has convertido en la persona que tienes que ser.
Yo creo que, como decía mi abuela Jenny —que era una mujer muy sabia—, “a grandes males, gran- des soluciones”. El pasado quedó atrás, porque ahí es donde tiene que vivir, y como dice nuestra portada “pa’trás ni pa’ tomar vuelo”.
Espero que esto los llene de inspiración y, aunque no se acuerden de muchas cosas, que de las que sí se acuerden y que siguen siendo dolorosas las trabajen y las utilicen para catapultarse hacia adelante. Este verano disfruten de esta lección tanto como nosotros gozamos escribiéndola.
Mientras tanto, seguiré pensando si vale la pena ir a una hipnoterapia o a unas regresiones para acor- darme de todas las vivencias y experiencias que he tenido, para —por lo menos— poder heredarle esos recuerdos a mis hijas, porque sí están traumadas, y yo también.