¿Saben qué? Yo ya no me voy a cuidar. Total, ya me siento gorda. Voy a comer como si no hubiera un mañana. Y como voy a subir unas tallas me voy a poner solo ropa fea. Y como traigo ropa fea y manchada de helado de vainilla, ya no me importa y no voy a salir de la casa, no me voy a lavar los dientes y me voy a quedar sentada a ver series viejas, aburridas y deprimentes. ¿No me digan que no les ha pegado ese rollo de destrucción y de calamidad? Todo empieza porque estamos súper presionados y no alcanzamos a terminar nada ni a tenerlo como nos gustaría. Entonces nos entra el estrés y nos rendimos.
Cuando ya estamos descansados, ahora sí que nos echen al mundo para volver a empezar. Volvemos a tomar un montón de decisiones a la carrera, sin estar consientes de que ahí vamos otra vez a hartarnos y a querer encerrarnos a ver tele y comer palomitas durante horas.
Y en esas estamos cuando llega nuestra famosa amiga insoportable, a darnos un sermón de que dejemos de comer azúcar, hagamos ejercicio, trabajemos menos y meditemos. Sé que mi amiga tiene algo de razón, pero qué flojera hacerle caso, porque a mí me parece una mejor recompensa comerme unas costras con una Coca Light que sudar tres horas en el gimnasio. Y prefiero mil veces desvelarme que meterme a unas clases de meditación… en las que voy a estar ¡alejada de mi celular durante 47 minutos y medio!
¿Cómo saber quién tiene razón? Mi amiga la clavada en el wellness, el mindfulness y el happiness o nosotros los que dividimos nuestra vida entre trabajar como enfermos y luego derrumbarnos a descansar. Se me hace que ninguno de los dos bandos va a ganar. Yo propongo algo para salir del empate: vamos a ver qué ganamos y qué perdemos cuando elegimos cada una de las cosas que hacemos en el día.
Entonces me doy cuenta de que casi nunca pensamos en las consecuencias de las pequeñas decisiones que tomamos todos los días. Pasarnos el día sentados nos hace tanto daño como comernos tres postres y nos va a quitar años de vida. En cambio, si dedicamos tres minutos tres veces al día a lavarnos bien los dientes podemos alargar nuestra vida. Son decisiones que van sumando o restando.
Pero necesitamos tener más información para saber qué nos conviene hacer y qué no. Confíen en mí, mis niños. En este número nos pusimos a buscar la información para vivir más años y más sanos. La condición es que no tengamos que hacer unos sacrificios tan grandes que los años que vivamos nos vayan a parecer larguísimos. Y tampoco que alarguemos la vida nomás por pura ambición de estar aquí mucho tiempo. Queremos que esa larga vida tenga sentido. Así que ya no nos vamos a meter en nuestros círculos viciosos de comer, dejarnos, comer y sentarnos a ver tele.