Yo: Fui al cine con mi hija y me robaron el celular.
Amiga: ¿Y qué película vieron?
Yo: ¡¡¡Hijaaaaa!, no me estás entendiendo. ¡¡¡Me robaron mi celulaaaaar!!! ¡Mis fotos!, ¡mis contactos!, ¡mi vidaaa! Hija, ¿cuál parte no entendiste? ¡Es una tragedia! No es que haya perdido un aparatito, perdí el control de muchas cosas de mi vida.
Amiga: Ay, mana. Cero te agobies porque cuando crees perder el control de algo, em realidad nunca antes lo habías tenido. Es más, perder el celular es una oportunidad de pasar un tiempo contigo misma. La vida te está diciendo que debes depurar (así dijo: “depurar”) tu lista de contactos. Si los recuperas será porque son importantes en tu vida; si no, es porque había que dejarlos ir… Ahora sí, dime, ¿qué película vieron?
¿Qué tal la parsimonia?, ¿qué tal la “Dalai”? Casi le jalo los pelos y miren, en mayor o menor medida todos somos dependientes del celular y a mí se me ocurre contarle que perdí el mío a la única que no entiende ni J de la gravedad del tema.
Estoy segura de que cuando me di la vuelta se puso a whatsappear como enferma, igual que como le hacemos todos los demás. Pero no, cuando yo necesitaba su consuelo ahí estaba ella diciéndome que eso de que tenemos el control de la vida gracias a un telefonito es pura ilusión.
Sé que en esto de las tragedias, perder el teléfono no está entre los primeros ligares. Ni es tan importante y, además, dicen que tiene solución. Hay servicios para que borres a larga distancia toda la información que no quieres que caiga en malas manos (lo hice). La compañía pronto te da un repuesto. Y, además, hay quien te promete que algún día vas atener de vuelta todos tus contactos, siempre y cuando tengas un back, ¡una cosa que uno rara vez tiene! Y es más, creo que si me aplico y desarraigo, me voy a acostumbrar al teclado del infierno de mi nuevo cel.
Ya cuando pasó la tormenta y el shock de la pérdida, me quedé pensando que mi amiga sí tiene la razón, pero solo en parte. Les explico: nunca tenemos el control de las cosas y, de vez en cuando, alguien hace que nos acordemos. Pero eso no quiere decir que tengamos que dejar que todo “fluya” y a ver qué pasa. Si yo no llamo al dentista no va a venir el universo a hacer la cita. Si veo que algo no va a salir a tiempo, no puedo esperar a que ocurra un milagro: tengo que cambiar lo que estoy haciendo, dar instrucciones y sí… hacer algunas llamadas. Y entonces me acuerdo de que ¡me robaron el celular!
Sí, es una ilusión creer que tenemos el control de las cosas. Pero también es una ilusión creer que podemos dejar que todo fluya. Entiendo que me da por querer controlar cosas contra las que no puedo hacer nada, como el vuelo del avión y la falta de urgencia de tantos, pero eso es algo que tengo que trabar moi. Lo que no entiendo es que queramos aplicar esa idea a las cosas que sí son nuestra responsabilidad. Por ahí nos recomiendan que nos tranquilicemos, que no hagamos drama por situaciones pequeñas. Ok, ok. Pero luego empiezan a estresarse porque a fuerza quieren ser zen. Mejor, estrésense por lo importante y controlen lo que sí pueden. ¡Ah!, y fui a ver Maléfica, por si se quedaron con el pendiente.