Porque esta revista es también para ellos, porque me tocan el corazón y porque este mes ya les toca, les dedico estas líneas.
Pienso en todos los hombres y en cómo desde que son muy niños no sólo no vuelven a tener paz; no vuelven a parar ni un segundo. Piénsenlo así: pasan 21 años de su vida, si no es que más, despertándose temprano porque hay que ir al kínder, primaria, secundaria y a la universidad.
Luego hay que seguir despertándose temprano porque hay que salir a chambear, a ganarse la vida, a hacer lana, a formar su patrimonio. Ustedes han de estar pensando: “Sí, pero las mujeres también”. Hay una pequeña gran variable: ellos han sido entrenados y adoctrinados y se les deja muy claro, desde que tienen uso de razón, que son los que tienen que trabajar, mantener, proveer, cuidar, patrocinar, sostener, apoyar y sacarse adelante a ellos mismos y a todos sus compañeros, oséase a los críos y a la pareja.
¡Ay, de ellos donde sean unos losers! ¡Ay, de ellos donde no la hagan en la vida! Y «hacerla» en la vida siempre tiene que ver con cuánto dinero tienen y cuánta fortuna amasan.
Harta chamba, cansancio, estrés y presión para entregar su quincena y hacer felices a los suyos. Eso es lo mínimo que se espera de ellos. Para las mujeres, en general, esto es un bonus, el pilón. Ya sé que hay mujeres que sí tienen que aventarse la chamba de mantener la casa y, muchas veces, también al hombre que se da el lujo de pensar que es él el que protege y provee. No estoy hablando de esos casos, que existen y muchos.
No crean que estoy hablando de 1892. Hoy todavía se espera que los hombres sean los proveedores y los fuertes dentro de la familia. Tengo amigos que cuando se han quedado sin chamba se deprimen, nunca le piden ayuda a su pareja y, peor aun, muchas veces reciben caras, malos modos y exigencias, en vez de comprensión y ayuda. Y ya no digamos que dejen que sus conocidos se enteren que están ¡desempleados!
¿En que momento se nos olvidó que también tienen miedo, sienten, les duele la vida, están confundidos, no saben qué hacer ni por dónde, preocupados y afligidos por su futuro y el de los que dependen de ellos?
Y todavía que se sienten obligados a cumplir con su papel tradicional, hay muchos que, además de ser proveedores, están pendientes del festival del Día del Niño, el pañal, la mamila y el bailable de ballet los sábados.
Yo celebro a todos ellos por las desmañanadas, la generosidad, el amor, la valentía y la presión con que viven todos los días. Las exigencias, la paciencia, la fortaleza y el estrés. Mucho de lo que viven en silencio.
Ni se imaginen que voy a proponer ahora una Sociedad de Defensa del Santo Varón, porque ni creo que sirva mucho. No creo que mis amigos que han tenido algunos fracasos o que están angustiados vayan a llevar su caso a nuestras sesiones de grupo porque justo ese es el problema: que están entrenados a pasar los malos ratos solos. Tampoco les estoy pidiendo que anden lloriqueando por las calles para dejar salir sus emociones.
Nada más les pido a ellos que se acuerden de que están mucho menos solos de lo que creen, que se vale pedir ayuda y que sepan que sí hay mujeres que ven el gran valor y valentía con que viven su vida.