Nancy Steinberg
Psicóloga
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En un divorcio atravesamos por un proceso de dolor y aunque la forma de reaccionar es diferente, casi siempre reflejamos el intento por adecuarnos a las nuevas condiciones de vida. Si hay niños, la situación se complica, ya que al mismo tiempo que nos estamos desintegrando para hacernos cargo de la propia adaptación, debemos ayudar a nuestros hijos a manejar el sufrimiento, el enojo y el temor ante lo desconocido. En el momento de la separación, el último acto de amor es comunicar la decisión en forma conjunta, explicándoles que el asunto es sólo entre ustedes y que el cariño que les tienen es incondicional.
CÓMO SURGE
- Quizá sea fácil caer en la tentación de «ganar puntos» al hablar mal de su ex cónyuge, pero olvidan que independientemente de qué tan buenos o malos sean, también son el hombre y la mujer que eligieron en el pasado para formar una familia y que, al intentar dañar la imagen del otro, sólo lastiman a quienes más les importan.
- Supongamos que sí, el otro tiene enormes defectos, ¿se imaginan el dolor que representa para los más pequeños darse cuenta de esa realidad?
- ¿En verdad necesitan aumentar su pena mostrándoles sus deficiencias? La respuesta rotunda es no.
- Conforme crezcan y de acuerdo a su experiencia, los niños se darán cuenta de quién es quién en su vida.
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GUERRA DECLARADA
- Aunque es muy difícil protegerlos de los mensajes que se transmiten en el proceso del divorcio (por más sutiles que sean), los menores captan todas las agresiones.
Mira aquí : ¿cómo protegerlos? ante un divorcio
- Cuando éstas alcanzan un nivel patológico que daña la integridad emocional de los hijos, el conflicto es conocido como Síndrome de Alienación Parental, una situación que el psicólogo estadounidense Richard Gardner describió por primera vez en 1985.
- Se trata de un esfuerzo por parte de uno de los progenitores por denigrar al otro de forma que los hijos en común ya no deseen relacionarse con él.
- Además pueden convertirse en “armas”, portavoces o cómplices de la desacreditación.
- El precio que deben pagar por recibir el amor del “preferido” es la destrucción de su empatía, aprecio e identificación con el otro, pues se ven forzados a una batalla abierta.
- Cuando el alienante logra su cometido, la relación emocional con el deteriorado se rompe completamente y las necesidades de desarrollo emocional y crecimiento sano son ignoradas.