Nancy Steinberg
Psicóloga por la Universidad Anáhuac
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Desde hace unos días circula un video en el que un niño de cinco años está parado al borde de una rampa con su patineta y un gran miedo a lanzarse. De pronto, su padre lo empuja y el niño cae lastimándose y gritando.
En automático pensamos que si se trata de bullying hay niños grandes de por medio, por lo general en un contexto escolar. ¿Ese padre del video no es acaso un bully? Recordemos que éste es alguien que causa humillación o malestar a otro, sobre todo si es más débil o pequeño. Puede parecer extraño pensar que los padres se conviertan en los agresores pero desgraciadamente sucede.
Por lo regular son padres prepotentes que constantemente menosprecian a sus hijos o que intentan controlar y hacer cumplir las reglas con mano dura e inflexible. Se trata de un fenómeno muy común y mucho más tolerado de lo que nos imaginamos; en teoría a todos nos enseñan que no debemos resolver las cosas a golpes, ¿no es así?
De hecho cuando un grande le pega a un menor lo llamamos bully. Cuando es un poco más grande y golpea a una mujer para robarle su cartera se le llama asaltante. Más adelante, cuando da de puñetazos a un compañero de trabajo que le insulta, decimos que es “un tipo conflictivo.” Pero cuando se convierte en padre y le pega a su hijo por desobediente o grosero, decimos que lo está disciplinando.
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