Eduardo Calixto
Médico cirujano neurofisiólogo de la UNAM
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• Al proceso de excluirnos se le conoce como ostracismo. Esta palabra viene del griego ostrakismós, y significa ‘caparazón, cáscara’. Refería a la decisión que permitía desterrar de la comunidad temporal o permanentemente a las personas “incómodas” de la sociedad.
• El castigo de no ser tomado en cuenta, ser invisibles, irrelevantes, no ser invitado a la fiesta o entender que no quieren hablar con nosotros, es interpretado inmediatamente por el cerebro y es una de las mejores herramientas que tiene el proceso de aprendizaje para evitar esta sensación en la vida repetidamente.
• Al proceso de excluirnos se le conoce como ostracismo, una de las experiencias con las que el cerebro humano aprende a evitar errores y entender las lecciones a través de procesos de reforzamiento negativo o adverso.
• La palabra ostracismo viene del griego ostrakismós, y significa ‘caparazón, cáscara’. Refería a la decisión que permitía excluir de la comunidad durante un plazo de entre diez años o de forma permanente a las personas “incómodas” de la sociedad.
• El malestar psicológico de entender lo que socialmente es una exclusión a nuestra persona siempre es entendido con dolor, tensión y tristeza. No importa que sea un breve momento, las zonas cerebrales que se activan inician un proceso de dolor, tristeza, enojo y estrés. La autoestima se lesiona, la perdida de sensación de control genera ansiedad.
• Todos los seres humanos sentimos dolor ante la exclusión, porque lo asociamos a la pérdida. No importa la edad o qué tan sensibles seamos. Lo que es un hecho es que depende de la fuerza de nuestro carácter, madurez del cerebro y la personalidad construida, cómo resolvemos el conflicto interno de sabernos excluidos.
• El proceso de dolor empieza a mitigarse cuando detectamos la fuente, nos otorgamos una explicación. Entenderlo a tiempo ayuda a reaccionar y a superar la mala experiencia.
• El ostracismo es un proceso voluntario que se puede dar desde la omisión de comunicación verbal, redes sociales o cuando alguien se niega a trabajar con nosotros. La reacción es rápida, intensa, en el cerebro se activan los centros del dolor (giro del cíngulo, hipocampo e hipotálamo, ínsula y ganglios basales) generan de tristeza (disminuyen los niveles de serotonina), generando enfado (activación de la amígdala cerebral), disminuyendo la atención en detalles (liberando cortisol). Aunque las neuronas espejo y la corteza prefrontal reducen en mucho las reacciones negativas de nuestro enojo.
• El cerebro de quien se sabe excluido reacciona con el fin de permanecer, y tratar de sobrevivir a la experiencia. De no conseguirlo, reduce su atención y buena disposición sobre quien le generó el proceso, evitando el sentimiento de pertenencia, reduciendo con ello los niveles de oxitocina en nuestro cerebro y como consecuencia disminuye la autoestima.
• En un altercado o discusión, las personas seguimos conectadas al evento, pero ante la omisión u olvido, se rompen los lazos, induciendo dolor psicológico. Éste es uno de los motivadores de sensación de venganza o búsqueda de recompensa ante el dolor infringido con actos violentos (por ejemplo atentados o tiroteos en escuelas). Los individuos “invisibles” llaman la atención con esos eventos, es una de las mejores escuelas para los eventos extremistas.
• El diálogo interno y buscar nuevas experiencias positivas acompañadas de un reforzamiento de buenas experiencias reduce el dolor del evento. Obviamente, un cerebro con experiencia reduce los eventos negativos. Las personas que han sufrido este proceso son más empáticas, dialogan más tiempo y procuran reafirmas sus lazos sociales y familiares.