fbpx
2024-12-21 15:16:00

Me quiere, no me quiere… ya no sé qué quiere

Cómo una relación entre querer y no querer se convierte en algo muy tormentoso.

septiembre 29, 2020

Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta
TW: @marioguerra

El amor que se siente por otra persona necesita ser expresado de manera que el otro entienda que lo que se siente es justo eso: AMOR.
Esto no sólo para obtener reciprocidad, sino para que la relación pueda fluir con más claridad, pero especialmente con confianza.
Pero qué pasa cuando no es claro lo que se siente o lo que se quiere? Aún peor, ¿qué pasa cuando se sabe que se quiere algo con igual fuerza a lo que se le teme?.
El resultado es un querer y no querer que hace de las relaciones algo muy tormentoso. Tanto que te la pasas “deshojando margaritas” entre un “me quiere, no me quiere… ya no sé qué quiere”.

¿Cómo expresamos nuestro amor o interés a otros?
Siempre he sostenido que tan importante es amar, como saber amar; es decir, saber expresar el amor que se siente por una persona de manera que así lo sienta y entonces pueda confiar en nosotros y correspondernos.
También ya he hablado acerca de que una forma de poner esto más claro, es a través de los 5 lenguajes del amor, teoría desarrollada por el Dr. Gary Chapman, que nos dice que hay 5 formas en que las personas entendemos y expresamos nuestro amor por otro: Palabras, tiempo, regalos, actos de servicio y contacto físico.
Cuando expresamos nuestro amor en el lenguaje que una pareja, o futura pareja, tiene como preferido, es más probable y sencillo que pueda captar nuestro sentir y así correspondernos, si es lo que desea.
Un potencial problema puede surgir cuando alguien da señales de interés o de amor, después no las da y luego otra vez de vuelta. Lo primero ilusiona, lo segundo decepciona y lo tercero ya francamente confunde.

¿Qué son las señales mixtas?
Son formas de expresar un interés romántico por alguien pero que no son consistentes.
Por ejemplo; te dice que te extraña y que se muere de ganas de verte, pero nunca tiene tiempo.
Te manda mensajes, le contestas, pero luego parece que se murió porque ni siquiera los ve.
Te cela y después actúa como si no importaras.
Empieza una relación contigo después de mucho tratar de convencerte y cuando lo logra se desaparece.
Digamos que son un “sí pero…”

Pero esto no necesariamente es malo ¿o si?
Efectivamente, no necesariamente pero muy frecuentemente sí.
Cuando todo se trata de una confusión, un malentendido o algo esporádico, esto no tiende a ser la norma en la relación, pero si prácticamente toda la relación ha sido así, incluso a veces al grado de dudar siquiera si sí tienes una relación, suele ser muy mala señal.

¿Por qué surgen?
Normalmente las personas quieren y necesitan sentirse amadas. Esa necesidad es precisamente la que nos impulsa a buscar, prácticamente desde nacer, la compañía y cuidado de otras personas; digamos que la pertenencia.
Sabiendo que esa necesidad es grande, sólo algo más grande podría bloquearle y competir con ella y eso tiende a ser un gran miedo, muchas veces inconsciente.
A veces a ser lastimado, traicionado, a no saber cómo corresponder adecuadamente, a ser objeto de burla, crítica o miedo al abandono.
Este temor a veces se corresponde con experiencias pasadas que son claras y a veces no resulta tan evidente de dónde viene.
Puede ser ansiedad, asuntos por resolver, traumas infantiles, malas experiencias pasadas, rupturas traumáticas, desconfianza, etc.
Digamos que es una especie de necesidad de poner distancia cuando se siente que ya la relación está entrando en una fase más comprometida o que se pierde la libertad.

Son como una espiral sin fin
Como se desea una relación, la persona busca cercanía. Como algo teme de esa relación, entonces se aleja, pero al alejarse extraña y entonces se acerca, pero al acercarse teme, entonces se aleja y así hasta el fin de los tiempos o hasta que la persona resuelva lo que tenga que resolver.

¿Pero qué no sufre el que hace eso?
Efectivamente, porque no pueden satisfacer su propia necesidad de amor y, de paso, tampoco pueden soltarse a amar; pero como con todo lo que involucra miedo o ansiedad, aquello que se considera lo que da paz o lo más seguro es lo que acabará ganando.
En este caso lo que ganaría sería el alejamiento revestido de un “no quedarse” plenamente.

¿Qué efecto producen estas relaciones?
Imagina una barra de metal que es fuerte, pero flexible a la vez.  Imagina que la tomas por los extremos y que empiezas a moverla hacia arriba y hacia abajo repetidamente.  Eventualmente la parte central se calentará y la barra, que por definición era fuerte, acabará por romperse y separarse.
Crean entornos de:
Confusión y desgaste.
te ilusiones, te rompe el corazón, regresa y te convence, se vuelve a ir, tu ya te quieres volver chango cuando aparece otra vez con un cuento chino, generalmente desnudando su alma confusa, pero te jura que ahora si se queda y…  ya sabemos la historia.
Pérdida de la confianza.
Cuesta mucho confiar en una persona así o estar a gusto en una relación así.  Vamos, que ni siquiera podría llamarse relación, al menos no amorosa porque recordemos que el amor es confianza y alegría y pues así ambos están ausentes.
Desilusión.
Esto no sólo te deja con el corazón bastante maltrecho, sino que además te deja con una especie de trauma que te puede hacer desconfiar de relaciones futuras con personas que probablemente aún no conoces.
Refuerzo variable.
Este quizá es el peor escenario porque hará que te quedes atrapado o atrapada en una relación así.  Como a veces está, y a veces se va, juras que un día se quedará para siempre y con esa esperanza, te estancas.

La cuestión importante es ¿por qué te quedas en una relación así?
Es evidente que la otra persona no se va a marchar definitivamente de la relación porque ya se dio cuenta que siempre le recibes de regreso; es decir, ya tiene un buen puerto asegurado.  Además en ti encuentra cierta paz y esperanza, lo malo es que si no atiende terapéuticamente lo que sea que le traiga en tanta confusión, nada va a cambiar.
Ahora bien, la otra persona algo obtiene ¿tú te quedas con las manos vacías?
Veamos: te subes a la montaña rusa o vas al cine y ves una película. Ambas cosas en algún momento acaban, cuando te bajas o sales de la sala de cine, ¿qué es lo que principalmente te llevas?   La experiencia vivida.  Ni modo que reclames un carrito o una butaca para llevar.
La realidad es que si te quedas en una relación de estas es que tú también tienes tus temitas pendientes.
Es probable que el otro sea como tu espejo y estés atrayendo un tipo de persona muy parecida a las partes más profundas de tu personalidad, aunque jures que tú eres todo lo contrario.
Quizá tú mismo o tú misma tengas miedo de entrar en una relación profunda y comprometida y por eso eliges inconscientemente personas que intuyes que no se van a quedar.

¿Qué podemos hacer?
Desacelera
Cuando tienes una gran necesidad de tener una relación tampoco te fijas mucho por donde vas, cuando lo que te importa es llegar. Haz más caso a tus ojos que a tus oídos cuando haya señales contradictorias.  También pausa. En tanto no seas apto para una relación sana, lo mejor es que inviertas más en ti.
Reconoce
Lo que sea que tú puedas tener que te mueve a relacionarte con personas así. Quizá haya un estilo de apego ansioso o evitativo y eso todo acabará por arruinarlo.
Actúa
Busca ayuda, aprende lo que sea necesario acerca de cómo funcionan las relaciones de pareja sanas y empieza a cambiar tu hacer, pero también tu sentir.  Quizá la ansiedad te hace tener mucha desconfianza.

Piensa que todo “Sí pero…”, es un NO disfrazado.

septiembre 29, 2020