Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta.
TW: @marioguerra
Con una vida tan agitada y llena de actividades, no es poco común que vayamos posponiendo o dejando de lado ciertas actividades para completar otras o simplemente para relajarnos. Pero nuestra mente no ha evolucionado ni para hacerse cargo de tantas cosas a la vez, ni para posponerlas indefinidamente, así que parte de su tarea es recompensarnos por lo realizado y castigarnos por lo que no acabamos, pero que a la vez creemos que ya deberíamos haber hecho. Esto puede llevar a niveles de verdadera angustia que no se explica cómo, a pesar de tenerlos, no acabamos ya con lo pendiente y seguimos adelante. Vamos juntos a conocer qué es el efecto Zeigarnik y cómo puede estar afectando nuestras vidas.
Vamos a identificar algunas situaciones
¿Sientes culpa por lo que nos has terminado o ni siquiera has empezado?
¿Hay muchas cosas que quisieras hacer, pero no sabes ni por qué no las empiezas y eso te frustra?
¿Te la pasas diciendo: “mañana sí lo hago” o “ahorita pago la tarjeta” y al final no lo haces, pero en el ínter la sufres?
¿Has querido sentarte a leer un libro y no te puedes concentrar, al grado de que llevas ya varias páginas y no puede recordar nada de lo que has leído?
¿Te pasa que estudias para un exámen, pero una vez que lo resuelves ya luego no recuerdas casi nada de lo que habías aprendido? (realmente sólo lo habías memorizado).
Peor aún, ¿te sucede que te pasas largas horas queriendo aprender algo, pero nada más nada se te pega por estar pensando en otras cosas?
Y algunas nada que ver con algo importante ni siquiera.
¿No memorizas el nombre de una persona que te acaba de decir cómo se llama?
Tienes algo muy importante que hacer, pero te pones a hacer cualquier otra cosa que “te hace perder el tiempo y que no era urgente o no venía al caso.
Hay una canción que no te puedes sacar de la cabeza. Empiezas a cantarla en tu mente y no paras porque viene una y otra y otra vez.
¿Por qué pasa?
El efecto Zeigarnik es un fenómeno psicológico que describe una tendencia a recordar tareas o eventos interrumpidos o incompletos con mayor facilidad que las tareas que se han completado.
Lo inconcluso no sólo se hace presente en la forma de pensamientos recurrentes, sino que además crea un malestar (como la voz de una conciencia que no se calla) e impide que tu memoria funcione adecuadamente al estar saturada por asuntos pendientes.
¿Cómo opera?
Posponer algo que debemos o queremos lograr crea un fenómeno conocido como tensión cognitiva que va más o menos así:
Hay un deseo, necesidad u obligación autoimpuesta de hacer algo.
Hay una interrupción o bloqueo interno para emprender o mantener la tarea, por lo que queda no iniciada o inacabada.
Ocurre un malestar interno que me recuerda, generalmente bajo la forma de pensamientos intrusivos, y a veces hasta de sufrimiento psicológico, que debería ya concluír.
Este deseo o malestar puede ser muy intenso en muchas personas.
Digamos que mientras un deseo sea satisfecho o una tarea no sea resuelta, la mente la mantiene en la antesala de la acción cada día de tu vida.
La tensión cognitiva puede tolerar que suspendamos una tarea por un período relativamente breve, pero empezará a “picarte” cuando esta demora no tenga una justificación razonable (aunque emocionalmente puede explicarse con cierta facilidad).
¿Cómo impacta nuestra vida?
Cuando concluimos una tarea, el cerebro nos recompensa con una pequeña descarga de dopamina, lo que crea un círculo virtuoso que nos mueve a buscar un poco más de esas “galletitas” de recompensa.
Lo contrario crea un efecto profundo de insatisfacción, especialmente si se acumulan las tareas inacabadas o pospuestas.
Podemos memorizar algo el tiempo suficiente para cumplir una tarea, pero una vez que está terminada soltamos esa información que evaluamos como innecesario, y costoso en términos de energía, retenerla.
Las series de televisión se valen de este efecto para atraernos a ver el siguiente capítulo y saber qué pasó. Como con los teasers
Lo mismo cuando alguien nos cuenta un chisme y no nos dice el resultado o interrumpe con un “ay pero no se si debo seguir contándote esto”.
No puedes tomar decisiones sin sentirte mal y para evitar un malestar de alta intensidad, se elige vivir en uno menos fuerte, pero más pernicioso y persistente.
Tu atención y memoria parecen ir en franco deterioro porque ni te concentras, ni retienes lo que deseas.
Y no es casualidad si ya tienes la antesala tan llena de cosas inacabadas que no cabe una más.
Afecta tu calidad de sueño.
Cuando en las noches vienen a tu mente todas las cosas que no has hecho.
Crea gran frustración y una percepción de ineficacia.
Todo esto afecta a la autoestima, disminuye la perseverancia y se maligniza la postergación haciéndola parte de una especie de defecto de la persona.
Genera una sensación de culpa si no terminas una tarea.
En el lado positivo nos mueve a actuar, mejora nuestra memoria (si sabemos aprovechar este efecto) y nos ofrece satisfacción cuando actuamos.
No impacta a todos por igual
Porque no es la valoración objetiva de la importancia de lo realizado, sino el grado de importancia que nuestra mente le da al hecho, así que no acabar el libro que juraste que terminarías puede ser tan angustiante como no haber concluído el trámite de titulación o estar posponiendo un exámen médico.
¿Pero por qué si la sensación puede ser tan desagradable no acabamos la tarea?
Miedo a sabernos incompetentes.
Por temor a no poder con el reto o no hacerlo “como se debe”.
Entonces es menos doloroso contarnos que no lo logramos por nuestra procrastinación y falta de agallas que por nuestra incompetencia.
Queda la esperanza de que si un día reunimos valor o determinación, sucederá.
Miedo a fallar, a equivocarnos, o al juicio o crítica de los demás.
Por no hacerlo perfecto, porque no siento que lo merezco, por no haberlo hecho antes o “a tiempo”.
Que el resultado no nos ofrezca el efecto buscado a través de la tarea.
Como por ejemplo la gran felicidad o recibir aceptación de otros.
Cuando la tarea es una obligación externa (asumida como interna) y hay un deseo por estar haciendo otra cosa, un estado de impasse puede ser menos doloroso que:
Hacer lo obligado y renunciar al deseo (insatisfacción)
Entregarse al deseo sin acabar lo obligado (culpa)
Al no satisfacer ninguna de las dos partes la culpa,a la depresión y el miedo pueden mitigarse temporalmente, pero se vive en un estado de insatisfacción y culpa profunda
¿Cómo usar el efecto Zeigarnik a nuestro favor?
Establece límites
Razonables acerca de los compromisos que vas adquiriendo sólo porque crees que debes o porque te cuesta decir que no.
Mientras más actividades y responsabilidades asumas, mayor será la probabilidad que tendrás de dejar algunas postergadas o inconclusas.
No es la renuncia lo que se sugiere, sino la capacidad de priorizar y posponer de manera estratégica.
“Ya se que esto no lo voy a empezar hasta que termine esto que ya empecé”.
“Voy a ir acabando esto que puedo terminar hoy en lo que sigo haciendo lo otro que lleva más tiempo”.
También establece límites en cuanto a tu disponibilidad para otros mientras llevas a cabo la tarea.
Empieza por cosas aparentemente simples y pequeñas.
Algo que empiece hacerte sentir que estás progresando.
Haz un poquito cada vez dónde puedas, cuando puedas y como puedas, pero no pares.
Sin prisa, pero sin pausa.
Perseverar
Actuando ante lo posible y adaptándose a lo incambiable.
A veces, aunque hagamos todo lo que se supone que es lógico y correcto, las cosas no resultan como las imaginamos.
Busca nuevos caminos, cambia de estrategia o inténtalo otra vez.
Tómate tu tiempo y haz descansos breves.
Precisamente porque posponer a breves intervalos hace que la memoria se incrementa para mantener la tarea en pausa, hacer estas pausas consolida mejor los recuerdos que “clavarse en algo hasta morir”.
Afrontar al miedo
Porque es natural sentirlo ante lo nuevo o lo incierto.
Pero deberíamos evitar entrar a la zona de terror, como cuando aseguramos que en el futuro ya no tendremos opciones si fallamos esta vez.
Para saber más:
Barner, C., Seibold, M., Born, J., & Diekelmann, S. (2017). Consolidation of Prospective Memory: Effects of Sleep on Completed and Reinstated Intentions. Frontiers in psychology, 7, 2025.
Reeve, J., Cole, S.G. & Olson, B.C. The Zeigarnik effect and intrinsic motivation: Are they the same?. Motiv Emot 10, 233–245 (1986).
Savitsky, K., Medvec, V. H., & Gilovich, T. (1997). Remembering and Regretting: The Zeigarnik Effect and the Cognitive Availability of Regrettable Actions and Inactions. Personality and Social Psychology Bulletin, 23(3), 248–257.