Tere Díaz
Psicoterapeuta, especialista en desarrollo personal y terapia de pareja. Su más reciente libro ¿Cómo identificar a un patán?
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No dejo de pensar en las tantas escenas cinematográficas o televisas donde una pareja discute, se insulta, en ocasiones se jalonea, y de ahí inicia un “zarandeo” de caricias, deseo, besos, gemidos, pasión y orgasmos múltiples. ¿Te suena? A esto se le llama Sexo de Reconciliación. Los estadounidenses lo llaman make up sex.
Lo que ocurre fisiológicamente
Las discusiones acaloradas van de la mano de emociones intensas, éstas no solo arroban a la persona que las experimenta, sino que además fluyen entre los miembros de la pareja. La agitación produce enojo, angustia, miedo, y la consecuente descarga de distintas hormonas, incluida la adrenalina, provocan una respuesta parecida a la sexual. Es por eso que no es difícil que de la ardiente confrontación se pase a excitación sexual. Además, desde el punto de vista psíquico, el temor a perder al amado activa el sistema de apego lo cual lleva a experimentar la necesidad de estar cerca del otro, tanto física como emocionalmente, y si hay alguna actividad que confirme esta cercanía, es el sexo apasionado.
Cabe agregar que la actividad erótica satisfactoria hace contrapeso al malestar que generan las emociones negativas. Somos seres compensatorios y por tanto huimos del sufrimiento y buscamos el placer. Dicho esto, la pregunta que toca es si el buen sexo tras un conflicto es un tranquilizante temporal o realmente resuelve la crisis.
El conflicto en la relación de pareja
Las diferencias y discusiones son inevitables en una vida de pareja. ¡Ojo! La violencia, además de ser inadmisible, sí se puede y se debe detener. Sobra decir que en términos generales el maltrato, la agresión verbal, los insultos, y los comentarios destructivos, difícilmente potencian el deseo, el cual más bien se activa con el cariño, la consideración y el trato amable. Dejo fuera de estas consideraciones al famoso BDSM (bondage, disciplina, dominación, sumisión, sadismo y masoquismo) como prácticas sexuales alternativas libremente consensuadas.
Pero ante la normal conflictividad entre dos amantes son muchas las maneras de resolver y de reconciliarse, y una de ellas se da bajo las sábanas. Veamos los diferentes propósitos de tener sexo después de un fuerte problema conyugal.
Para desviar la profundización del conflicto. En este caso, el sexo se usa para detener una discusión que alguno o ambos miembros de la pareja teme continuar, o simplemente no le interesa afrontar por la razón que sea – desinterés de cambiar, miedo al abandono, sensación de impotencia ante lo que se pide, temor de ser herido, etcétera – y de esta manera se evita llegar al punto nodal del disgusto. Las emociones positivas que se muestran durante la actividad sexual se desvanecen rápidamente y regresa el malestar inicial.
Para facilitar la profundización del conflicto. En ocasiones el sexo, sobre todo el buen sexo, es como el “calentamiento” para derretir defensas y barreras ante conversaciones difíciles, para demostrar compatibilidad, cuidado y goce, y para des escalar una negatividad a través de la cercanía y la pasión. Esto permite, tras la descarga y el disfrute, sentar las bases para una conversación positiva, libres ambos del ofuscamiento mental que genera el acaloramiento emocional.
Para celebrar el previo entendimiento tras una pelea. También hay parejas que después de poner sobre la mesa las diferencias y malestares, de conversar con honestidad y empatía, de mostrar sus sentimientos y necesidades, y de lograr un acuerdo constructivo, destraban su energía atascada por la crisis, afloran los sentimientos de tranquilidad, logro y ternura, inician las caricias y los abrazos, y dejan fluir su deseo sexual. En este caso el sexo es el colofón que expresa sintonía, disfrute y amor, y además asegura que no hay cuentas pendientes.
Para calmar a uno de los cónyuges. Existen ocasiones en que uno de los miembros, tras una discusión que no termina en un entendimiento, quiere calmar a la pareja y complacerlo, incluso sin experimentar deseo sexual. Su objetivo es tranquilizar un poco la situación. Generalmente, en las relaciones heterosexuales, sobre todo, es la mujer quien se siente impotente ante el arrebato masculino y a su vez responsable de tranquilizar a su “hombre”. Tener sexo sin deseo termina generando menos deseo y posponiendo una valiosa resolución.
Para manipular o premiar al miembro de la pareja que cede y concede. Si bien esta conducta es más femenina con respecto a su falta de poder para lograr algo que desea o necesita. Siempre la persona que tiene mayor necesidad o deseo sexual tiende a aceptar ciertos acuerdos que no son de todo su gusto para recibir la compensación sexual deseada. Sí, el sexo es también un juego de poder.
Para activar la pasión perdida ante la rutina y el acostumbramiento. Esto es poco recomendable. Existen diversas actividades extremas que también producen efectos adrenalinosos – subirte a juegos mecánicos, tirarte de un paracaídas, simulara luchas o peleas – o incluso temporadas de distancia que aviven el deseo – sin tener que poner en riesgo la relación.
Si bien las verdaderas soluciones requieren de una claridad de estrategias de comunicación y negociación que faciliten un manejo positivo del conflicto, no podemos negar que hay personas que son más receptivas a la apertura de escuchar, entender y llegar a acuerdos tras haber tenido un buen contacto sexual (más hombres que mujeres), mientras que otras no pueden soltarse en la cama si no han llegado a conclusiones y arreglos previos (más mujeres que hombres). Lo importante en cualquier situación es que la práctica sexual sea realmente una vía de resolución y no la herramienta de evasión.