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Archienemiga

Hay "amor del bueno"… ¿Existe el odio positivo? Opino que sí.

mayo 13, 2015

Martha Figueroa en moi  Por Martha Figueroa
  Tw: @MarthaFigueroax

A mí, el odio me llena de vida ¡es muy sano!
Los expertos dicen que me va a dar cáncer por odiar cosas o personas. Pero yo siempre he pensado que el odio cancerígeno no funciona así, sino al revés. Si te lo quedas dentro sin confesarlo, te carcome; si lo exteriorizas, fluyes (es más, con un poco de fe, el que se enferma es tu enemigo no tú).

Así las cosas, mis odios más recientes son hacia la actriz Patricia Arquette –¡no la soporto!- y los musicales (los del Broadway y así).

No sé cuando se me metió en la cabeza esa obsesión, pero aquí la tengo. Es más, cuando era niña quería ser actriz de musicales ¡se los juro! Quería subirme a los escenarios del mundo con un vestido, unos zapatos de tap y cantar a pulmón batiente “seguro que hay sol, mañana, ya verás que pase lo que pase, sale el sol…” Esas ganas enfermizas se las debo a mis padres, que todos los domingos -a veces, también los sábados- nos llevaban al teatro.

Haciendo cuentas lógicas, mis hermanos y yo, vimos todas las obras musicales de la cartelera, durante muchas temporadas. Bueno, les apuesto que ni Bianca Marroquín, por ejemplo, vivió tantas funciones como yo.

También por eso es que crecí enamorada de Manolo Fábregas. Los padres nunca saben el daño que le están haciendo a sus hijos, y yo en lugar de fantasear con, pon tú, ‘Xavier’ de Menudo, amaba a don Manolo “el señor teatro”. Ya mayorcita, quise debutar en Godspel, en José El Soñador, en Evita, en Cats, en A Chorus Line y en todas las obras que me digan, hasta que un buen día, desperté y dije “¡hasta aquí! ¡odio los musicales!”. Fue un renacer.

Ignoro si tuvo que ver con una reacción del cuerpo, exceso de triglicéridos, o de feromonas o poca dopamina o algo. Pero fue así como el mundo del periodismo ganó un soldado y Broadway perdió a una estrella (porque hubiera sido bonito verme en leotardo cantando y bailando ¿no? Jajaja).

Por fortuna, soy una persona que se hace terapia con fines de superación muy seguido y el otro día acepté una invitación para el estreno de El Rey León en México. Me dije “anda y ve, quítate ese odio del corazón” y arrastré a mi hijo al evento.

Uy, qué maravilla es El Rey León. Yo creo que si me gustaran los musicales, me hubiera encantado, porque es preciosa. El opening, con un desfile de animales, es alucinante y pensé que iba a llorar emocionada, pero no tuve lágrimas (mi amigo sí lloró, pero siempre los gays son más sensibles). Eso sí, le aplaudí mucho a Flavio Medina, que es impresionante en el papel de “Scar” y a Poncho Borbolla que es un gran “Timón”. Digo, todo el elenco -quitando a uno que otro- es magnífico.

Estaba ensimismada y campechana –disfrutando el espectáculo y reflexionando con mi niñez musical- cuando se me apareció de la nada la persona número 1 en mi lista de odios. Sí, soy una enferma: tengo una lista de odios.
Pati Chapoy –mi ‘number one’, mi archienemiga, mi odiada favorita- me saludó de abrazo, beso y sonrisa. Yo, desarmada y sorprendida, respondí felíz el saludo. Aunque no te sabría decir si fue por amabilidad genuina o se me trabó la quijada del susto. ¡¿En serio?! ¡¿Por?!
¡Yo que llevaba tantos años acumulando rencor hacia Pati y planeando qué decirle! Ya saben, tenía más o menos coreografiado el momento de reclamos y maldiciones (Dios, qué perdida de tiempo) y, a la mera hora, no hice nada. ¿Les ha pasado?
En mi defensa, tendría que confesar que soy una mujer que reacciona muy mal en las emergencias o en los momentos álgidos. Me pasmo. Ojalá nunca les toque convivir conmigo en una tragedia porque me pongo bastante inútil.

Llámale madurez, llámale cobardía, llámale amnesia –porque no recordaba por qué el rencor-. A esto, yo le llamo ‘odio positivo’. No creas, a veces soy un ser lleno de luz.

mayo 13, 2015