Gaby Pérez Islas
Tanatóloga
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Te vas con ilusión a estudiar una carrera, cursar una maestría o para empezar un trabajo nuevo. Tal vez es el matrimonio el que te desgaja de tu tierra natal. La causa es noble, el ánimo lo hay, pero basta que transcurran las primeras semanas para que empieces a sentir nostalgia y te vuelvas más mexicano que nunca.
De pronto eres un inmigrante, en busca de oportunidades como se ha hecho por generaciones pero hoy tú revaloras todo lo que tenías en tu país y que ahora sientes lejano y perdido. Se extraña la familia (que probablemente antes te daba claustrofobia), la comida (cuando aquí podías elegir un restaurante escogías el italiano pero hoy tu nivel de maíz en las venas es francamente bajo y empiezas a presentar crisis de abstinencia), los amigos, tu casa, tus rumbos, la gente y las costumbres.
Claro que se extraña también la forma “fácil” de conseguir lo que quieres, lo que sea que aquí podía arreglarse con dinero te salía barato comparado a los trámites, filas y tiempos de espera a los que ahora te enfrentas. El orden, que está para cuidarte te parece complicadísimo porqué ir en un carril desde 5 cuadras antes para poder dar vuelta a la izquierda si aquí con que saques la manita y te metas 2 metros antes ya la hiciste.
Cuando uno comienza a integrarse a un nuevo ambiente descubre muchos factores que complican el proceso: el no conocer la cultura y los hábitos, los reglamentos, el idioma, y el no tener amigos o familiares que como comúnmente decimos en México, “te echen la mano”.
Todo por lo que nos quejábamos antes pasa a formar ahora parte de nuestras añoranzas. Cuando éstas crecen significa que NO estás llevando bien tu duelo.
Aquí te van unos datos para que veas las cifras de las que ahora formas parte:
Hay más de 185 millones de personas fuera de sus países de origen, esto es un 3% de los habitantes del planeta
1 de cada 10 personas en los países desarrollados es un migrante
1 de cada 70 personas en los países en desarrollo es un migrante
Fuente INCIPE.org
