Por Martha Figueroa
Tw. @MarthaFigueroax
Aunque el Presidente Peña Nieto nos dejó plantados, la fiesta estuvo divertida. No crean que no teníamos ganas de verlo o que somos indiferentes al desaire. No. Lo que pasa es que los asistentes a la comida anual de Los 300 Líderes más influyentes de México, tenemos niveles de aguante muy altos.
Lo anterior quedó demostrado cuando superamos un circuito tipo ‘rally’ para llegar a nuestra mesa. ¡Lo juro! Lo primero era hacer cola para entrar, situación que puso nerviosos a los invitados. Estoy segura que algunos políticos, empresarios y altos personajes eran primerizos en las colas. Vírgenes. Yo no. Es más ¡a mí me encantan las colas! porque ahí puedes aprender mucho de la vida.
Esta vez, por ejemplo, estuve a punto de aprender primeros auxilios porque hubo conatos de insolaciones y deshidratación. Hacía tanto calor que pensé que en cualquier momento empezarían a llegar los soldados del Campo Marte a rescatar a los líderes del Auditorio Nacional.
Una vez dentro, el circuito consistía en saludar a los anfitriones –los señores Ferráez-, subir una escalera, saludar a las edecanes de Volaris, firmar en un muro, posar para la foto, tomar unos mezcales, escapar de los que te querían ensartar una tarjeta de crédito, bajar otra escalera. Maxine Woodside, por mencionar casos concretos, no quería subir los escalones –buscó un atajo- así que la abandoné como abandonan en las películas a los heridos en los bombardeos y seguí mi camino.
La última misión era atravesar un módulo de colchones. ¿Por qué había colchones? ¡No sé, lectores queridos, no sé! Pero había unos colchones fantásticos listos para estrenar. Por supuesto, no era cualquier cama, era un señor ‘colchón para líderes’: suficientemente firme para respetar la curvatura natural de la columna vertebral, pero no tan rígido, alergénico pero suave. Además, tenían una bolsa secreta para guardar dólares (llámale escrituras, mapas, microfilms, pasaportes falsos o fotos porno) bajo el colchón. Hubo quien preguntó si había colchones de agua, pero evitaré dar nombres por miedo a que me excomulguen (perdón si callo, pero me gusta mucho ir a misa).
La convivencia fluyó porque sin el Estado Mayor Presidencial la vida es más sabrosa. Y luego porque casi todos íbamos solteros. No porque nadie nos quiera eh, sino porque la intención de la mezcla es que los invitados se conozcan desde otros ángulos, fomentar las hermandades y el intercambio telefónico. Lo anterior no quiere decir que la sinergia fuera fácil…¡cero! Me saludó en la fila el titular del IMSS –José Antonio González Anaya- y no sabía que platicarle. Ahí me tenían “¿le preguntaré de la pensión de mi mamá, de la incapacidad de mi hermana o cuántos días de vacaciones me tocan?”. Me hace falta mundo.
Políticos, cantantes, empresarios, artistas, millonarios, directores de cine, diputadas (que quieren ligar con los directores de cine), comunicadores, diplomáticos, deportistas, científicos y personas muy cultas.
Personalmente quería mandarle un recado a Anahí con su marido Manuel Velasco, pero lo traían escoltado en formación diamante y pensé “si rompen filas, luego ya no se acomodan igual y es un problema…”
Perdí un chiapaneco, pero gané un amigo, José Guadalupe Carrera Domínguez, quien fuera Presidente del Tribunal Superior de Justicia del D.F. Entre su tecnicismo y mi frivolidad, llegamos a una media y terminamos hablando…¡del menú! (que degustamos con franca camaradería).
-¿Qué tal su ceviche, Martha?
-¿Y su carne, Presidente?
– Tiene que probar el pastel de chocolate, Martha
– ¡Mejor un carajillo! ¡Salud, Presidente!…
Nunca había hablado con un Magistrado, me sentí tan presunta.
En ausencia de EPN, el encargado del discurso fue un niño que hablaba como grande. Ya saben, en plan “mamá soy Paquito, no haré travesuras…” pero reflexionando sobre la situación de la patria y el desmadre que heredaremos a las próximas generaciones. Dicen que el mensaje fue precioso, pero la verdad yo estaba distraída, o sea, tenía otras prioridades en mi agenda (intercambiaba información con Beto Tavira sobre la ‘Eru-novia’, la ‘Eru-boda’ y el Eru-coraje’ de los publicistas del señor Ávila).
Lo que sí noté, es que el niño hablaba de corridito y sin errores. Tal vez era un político enano, o quizás era un niño pero utilizó la mayor arma de los oradores para superar el miedo: imaginar desnudo al público. ¡Yo le ví las intenciones y me escondí! Pero, lo que nos faltaba: un menor teniendo visiones eróticas del Procurador Capitalino Rodolfo Ríos, Benny Ibarra y Celina del Villar, Alejandro Ramírez, Mercedes Juan, Javier Lozano, Consuelo Sáizar, Alejandro Martí, Horacio Franco, Roy Campos, Rafael Anaya, Carla Estrada, Pedro Torres, Pepillo Origel, Martha Debayle (¡la jeeeeefa desnuda!), etc. Lo que es un mosaico porno como Dios manda.
Por cierto, los personajes más populares del evento fueron José Antonio Meade y Eruviel Ávila. Supongo que porque el ‘vox populi’ de esa tarde indicaba que entre ellos saldría el próximo Presidente de México. Aunque, yo debo confesar que me moría por saludar al gober para que no olvidara invitarme a su boda con Lola Villarreal. No conozco a don Eru, pero confío ciegamente en la teoría de los grados de separación y resulta que soy amiga cercana del hermano de la mamá de su novia. Ya hasta pensé en el regalo, estoy entre un juego de toallas bordadas de “El y Ella” o unas figuritas artesanales de un torero y una flamenca para ponerlas en el trinchador (es que la novia es más taurina que la estatua de Belmonte).
Un día antes se dió a conocer el nuevo reporte de la GIEI sobre Ayotzinapa, pero el tema de la comida fue: “El nuevo amor de Eruviel”.
Ni modo, las cosas hay que decirlas aunque duelan. Ya sé, a veces soy una columnista con muy mal gusto.
Martha Figueroa es periodista de espectáculos, conductora del programa Nuestro día que se transmite en Cadena 3, autora del libro Calladita me veo más bonita. Combina la rara suerte de tener sentido del humor y ojo crítico.
