Por Martha Figueroa
@MarthaFigueroax
No quiero sonar como una periodista local o como una mujer poco viajada, pero la primera vez que crucé el Atlántico fue de la mano de Luis Miguel. Bueno, al menos espiritualmente porque, técnicamente, él iba rumbo a España a bordo de su jet privado y yo en un avión gigante que parecía centro de víctimas de un tornado (¿cómo le hacen para desgreñarse tanto en tan poco vuelo?).
Este fin de semana, acepté encantada cuando me invitaron a verlo en el palenque de Texcoco. Primero porque quería respirar aires menos citadinos y luego porque sentí que Luis Miguel profesionalmente estaba en un momento clave y quise darle apoyo con una cara aliada –la mía, según yo- en una tierra hostil.
Oigan, qué cosas tan horribles le han dicho las últimas semanas. A mí me dicen la mitad de eso y me hundo. Pero como Luis Miguel es un personaje fuerte –y muy rico- se subió a un helicóptero y voló a la Feria del Caballo.
¿Han estado en la feria? Uy, todo es muy pintoresco. Entre el estacionamiento y el palenque hay muchas actividades. Por ejemplo, probar el pan local, comer conejo frito –no recomendado para personas muy amantes de los animales-, bailar en medio de la guerra de bandas, tomar un tequila llamado “100 años” –de 40 pesos, pegadorsísimo- o darte unos toques (de electricidad, no de mota, aunque dan ganas).
En algunos programas de televisión lo criticaron por volar a Texcoco en vez de llegar por tierra como todos. Yo digo que es un hombre sensato. Es que tienes que atravesar el bonito bordo de Xochiaca (que me recordó mis vacaciones en la India) y luego algunos lugares bastante tétricos. Cuando veníamos de regreso, a eso de las 4 de mañana, mis amigas y yo nos perdimos en un barrio bravísimo.
Yo pensaba ¿quién es más listo, él o nosotras? ¿A quién van a violar primero? Es más, si yo fuera Luis Miguel me iría en helicóptero a todos lados. A trabajar, al oxxo, al Starbucks, a misa… Despeinando con las hélices a los peatones… ¡zas, zas, zas!
Bueno, el tema es que el concierto fue fantástico. Y la verdad, en los palenques, da mucho morbo tener a los cantantes ahí cerquita, a metro y medio. Se te olvida que debajo de esa elegante alfombrilla del escenario están los pedazos y las plumas que quedaron de los gallos de pelea. Claro, Luis Miguel salta al ruedo y se te olvida el gallo, la gallina y los huevitos: ¡VSQGE! (¡Virgen Santa Qué Guapo Es!). Su poder de atracción es enorme.
Ahora mostró una nueva faceta que el público le agradece, sobre todo por la cercanía y la enjundia. Personalmente, lo que no me encanta de la gira palenquera es la parte del mariachi. Es que (perdón por la confesión) ¡no me gusta el mariachi! Yo soy esa que cuando los demás gritan “¡venga mi mariachi! ¡ajúa!”, y esas cosas, me pongo a llorar y digo “uta, ya llegó…”. Sé que forman parte de nuestras raíces. Sé que son embajadores del folklore nacional. Sé que son a toda madre. Pero no puedo. Además, sólo me gusta una canción vernácula y nunca la tocan. ¿Se saben la del ‘pájaro multicolor’? me raya.
Esta vez me sentía parte de la orquesta porque me tocó en primera fila pero entre los músicos. Concretamente entre las trompetas y el chino. El chino es un hombre oriental –no sabría decirles de donde- que trabaja en la consola de sonido. Él me sonreía, yo le sonreía, los cuatro ojos rasgados en franca convivencia.
Al final del concierto se vivieron momentos muy dramáticos porque es ahí cuando Luis Miguel saluda a los asistentes, reparte flores, regala besos y se desatan los celos. Es que, no me pregunten por qué, pero los besos del cantante provocan cosas raras en propios y extraños.
No vayan a pensar que me paso de frívola, pero es como una ‘lista de Schindler’ a ritmo de pop. ¿A quién saludará?, ¿a quién no saludará? Tú sí. Tú no.
La ganadora del palenque, sin apostarle a los gallos, fue la cantante Bianca Marroquín que además de saludar al “Sol” (jajaja como en la yoga), le dio beso y abrazo en pleno estacionamiento del helicóptero, aspas girando y todo.
Sé que me gana el orgullo de conocer muy bien al mejor cantante latino del mundo, pero créanme que es maravilloso.