Por Martha Figueroa
Tw. @MarthaFigueroax
Todavía recuerdo mi gustada primera colaboración en “Moi” llamada “Lo bueno de los malo de quedarse sin chamba”. Uf, qué bonita era. Cuántos lectores identificados. Cuánto reconocimiento. Cuántas risas.
Bueno, pues ¿qué creen?…¡me volvió a pasar!
Estaba tan tranquila, tan sonriente, tan realizada, tan en mi centro cuando me llamaron para informarme que el programa llegaba a su fin. Dios ¿es broma?
Les juro que ahora sí, no tuve nada que ver. Pero a lo que voy, lo que tengo que contarles, es que escalé un peldaño importante en mi carrera como desempleada y gracias a lo antes expuesto en revista Moi (que tuve que cruzar el periódico con mi caja de huevo, etc, etc.), ahora sí me dieron un ‘adiós’ precioso.
Lo precioso hubiera sido que no me despidieran pero, ya entrados en gastos, fue un hundimiento de barco pacífico y no es por presumir, pero ésta ‘gurú’ del desempleo ha madurado.
Esta vez salí muy mona (o sea, cagada por dentro, pero mona por fuera jajaja) y me despedí dignamente de todos. Abrazos, besos, intercambio de whats y guiños diversos. Aunque la peor parte –o la mejor, nunca se sabe- es que no fui la única que se quedó sin chamba, fui parte de un grupo enorme que corrió la misma suerte. Y por favor no tomen a mal lo que voy a decir, pero acompañada no se siente tan feo. Esos descolones de la vida te unen y te sientes menos perro (perdón, ya saben que a ratos se me va la bondad).
El caso es que, ahora he tomado éstas nuevas vacaciones laborales como una gran oportunidad para volver a empezar y reinventarme. Sí, como Madonna en cada gira, solo que con otro cuerpo y otro presupuesto. Ahora me librado del pago de la tanda del edredón, pero estoy en ése punto peligroso en el que no sé si ahorrar el finiquito (“Godínez, unidos…jamás serán vencidos”) para mi futuro inmediato y las necesidades mi hijo ó bien, largarme a Las Vegas, rentar la suite más faraónica que encuentre y arrastrar a mi novio por todo el cuarto hasta que la resequedad nos separe.
También entre mis planes está ver 17 series de narcos, tomar un curso de periodismo en el extranjero lejano y otro de ‘manejo de redes sociales y lenguaje millenial’ (los odio) para dejar de usar palabras como ‘reventón’ y ‘padrísimo’.
Algo que me emociona de las próximas semanas, es que tomaré un descansito como desempleada para trabajar un día y conducir una boda cristiana. Estoy tan feliz que me estoy preparando en línea. Es que necesito actualización en materia cristiana, porque no sé si en la ceremonia puedo gritar “¡qué vivan los novios!” o digo “¡Dios es nuestro pastor!” ¿Se baila “Carmen se me perdió la cadenita”?
A nivel “look” veo venir una desgracia, porque otra vez estoy enfundada en mis pants oficiales de desempleo y no sé si dejar que el pelo crezca libre al viento en la forma que quiera con Amanda Miguel o hacerme un corte ‘Bob’ para entretenerme en las idas al salón cada dos semanas.
Hay personas que no se adaptan a no hacer nada. Yo, la verdad, no tengo problemas en abrazarme al ocio. Eso sí, pensándolo bien debería intentar una vida más espiritual o hacer pilates. O el combo ‘espiritualidad + pilates’, pero siento que me quitarían tiempo para las maldades que ya tengo en mente y agenda.
Mis jefes me han hecho la promesa de volver a trabajar juntos dentro de algunos meses. Dicen que es un ‘impasse’, un hasta luego.
Yo digo que ésta vez (¡he mejorado lectores queridos!) no estoy en un hoyo asqueroso sino en un bonito ‘compás de espera’, del que pueden surgir mil sorpresas. Como ¡mi debut en el Stand-Up! Estoy aplicadísima, yo quisiera ser como Joan Rivers pero los maestros me rascan tanto en plan psicoanálisis profundo, que a ver si no termino en Libertad Lamarque. La vida no es fácil.