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El Factor Figueroa: julio y agosto

¡Ay, qué bonitas son las vacaciones! Con ropa y sin ropa

julio 22, 2015

marthafigueroaPor Martha Figueroa
Tw. @MarthaFigueroax

Yo, igual que el Papa Francisco: “no tendré vacaciones, sólo bajaré el ritmo…” Es que dice mi jefe que no puedo ausentarme ‘por la naturaleza de mi trabajo’ (¿qué significará eso tú?).

Y es una verdadera lástima porque me encantan julio y agosto, esos meses en los que siempre pasan cosas. Por ejemplo, es cuando los esposos ponen el cuerno, cuando ves el mal cuerpo que tienes y cuando los niños hacen más travesuras que de costumbre.

Dicen los expertos que el ser humano necesita las vacaciones para recuperar el equilibrio interior. Pero yo digo que el cerebro intuye que es época de descanso y se vuelve loco.

El otro día fui a comer a un lugar especializado en cangrejos y estaba a reventar de hombres y mujeres en busca de amor y/o pasión estival. Se nota que sus parejas e hijos se fueron (espero que no para siempre) y ellos se quedaron en la ciudad de chinos libres (libres y pecadores).

Le dabas una mordida o una succión a la tenaza del cangrejo y los de la mesa vecina te veían con cara de “¡cómeme!”, “¡mejor chúpame a mí!”. ¿Se acuerdan del clásico ‘mesero, hay una mosca en la sopa’? Ahora mi amiga tuvo que gritar “¡auxilio, hay un pelo en el plato!”. Y yo rezando ‘por favor Diosito, que sea del cocinero, por favor que sea del cocinero’, con tanto infiel brincando entre las mesas.

¡A mí no me engañan! Aunque se quiten el anillo se les nota que son casados (as). Por eso y para evitar sinsabores acaba de salir al mercado un mini rayo de luz ultravioleta que escanea el dedo anular para detectar cambios de coloración en la piel y fluidos corpóreos. Funciona para ambos sexos y es una buena inversión porque también sirve para encontrar ácaros en las almohadas. Digo, tomando en cuenta que esos bonitos encuentros restauranteros siempre terminar en el motel.

Les digo ¡qué bonito es el verano! Los casados se portan como solteros, los solteros quieren aventuras, los cincuentones se enloquecen por las jovencitas y las señoras de más de 40 quieren parecer de 20 y besar a los que podrían ser amigos de sus hijos.

Y los niños chicos, como se aburren, se la pasan tratando de meterse lo que se encuentran en los orificios del cuerpo. Ya saben, canica en la nariz o pieza de Lego por la oreja.

Esta escritora fue una niña que siempre encontraba qué hacer. Si me ponías en la ciudad, me convertía en cristiana para pasar el rato (“aleluya, aleluya…”) y si me ponías en la playa, me revolcaba sin parar.

No sé si mis papás eran muy ocurrentes o estaban desesperados con tantos hijos, pero una vez me mandaron a un ‘Curso de Verano’ en una congregación cristiana protestante. Sé que querían entretenerme, pero ¿qué les costaba inscribirme a clases de matemáticas o de natación como a los niños normales?

¡Era una secta! Mientras otros hacían manualidades o patinaban, yo aprendía a proclamar las buenas nuevas del Antiguo Testamento. Todo ese aprendizaje salpicado de cánticos como “ya se siente el gozo, ya se siente el gozo, ya se siente el gozo, Cristo ya está aquí…” Fue precioso.

Cuando le conté a mi santa madre sobre el templo Evangélico, respondió “Dios es el mismo y algo aprenderás”. Creo que ella confiaba ciegamente en mi capacidad para tomar lo mejor de cada doctrina porque, por las tardes, me mandaba a nuestra iglesia católica, apostólica y romana a ofrecer flores a la Virgen.

Pero lo que más me gustaba de las vacaciones calurosas era ir a Acapulco porque siempre terminaba sin ropa. Sí, hay cosas que –quieras que no- marcan tu destino.

Cada vez que íbamos a la playa, alguien preguntaba “¿dónde está Martha?” y Martha –o sea yo- estaba revolcándose en la orilla, ahí donde las olas truenan. En el mar, era una niña de desnudo marítimo diario. Uf, qué divertido. Venía la ola y ¡zas! y te arrancaba el traje de baño de tres volteretas. Más tardabas en ponértelo medio chueco cuando la siguiente ola ya te lo había quitado otra vez. Yo, emocionada, aguantaba las embestidas de los búfalos. Digo, las olas. Una que fantasea.

Martha Figueroa es periodista de espectáculos, conductora del programa Nuestro día que se transmite en Cadena 3, autora del libro Calladita me veo más bonita. Combina la rara suerte de tener sentido del humor y ojo crítico.

julio 22, 2015