En éstas épocas de ‘detox’ ¿qué es lo más raro que han hecho para bajar de peso?

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2024-11-20 00:41:17

El Factor Figueroa: La japonesa

En éstas épocas de ‘detox’ ¿qué es lo más raro que han hecho para bajar de peso?

enero 6, 2016

marthafigueroa  Por: Martha Figueroa

Tw. @MarthaFigueroax 

Un catedrático del Instituto Nacional de Educación Física de Cataluña (un profe de deportes, pues) denunció que “una persona normal no cabe bien en un asiento de avión”. Qué susto ¡pensé que yo era la gorda! 

Venía de vacaciones y traía encima a una monja que se reía mucho con la película a bordo. Yo pensaba “es lesbiana y quiere conmigo o engordé 4 kilos en Navidad”, porque volamos embarradas. Piel con piel.


Según don Jordi la talla y el peso del ser humano aumentó significativamente, sobre todo en los países occidentales, y pide a las autoridades aéreas que hagan más grandes los asientos porque los pasajeros podemos sufrir hasta trombosis por venir tan apretados.


Yo, personalmente, en lo que las aerolíneas se apiadan de la humanidad lo que tengo que hacer es ponerme a dieta porque mis pantalones “no matter what”…¡ya no me cierran! Sí. Ya saben, esos que te pones cuando sea y te entran (embarazada, gorda, flaca, con colitis). Bueno, pues los míos, ya dieron de sí.


Por eso recurrí a la recomendación de una amiga: las pastillas de la japonesa. Son fantásticas porque en la primera etapa adelgazas de la cintura para arriba, luego de la cintura hacia abajo y en la última fase, la piel se te pega al hueso. Voy en la etapa dos del tratamiento y lo que puedo decir es que ¡ya conozco todos los baños de México! Qué manera de aventar fibra compuesta y descompuesta. Creo que ya arrojé todo lo que mi cuerpo no necesitaba, incluídos los chícharos de unos huevos motuleños que desayuné en el 78. O sea, una purga como Dios manda.


Las píldoras mágicas arranca grasa no vienen del lejano oriente, pero las fabrica una señorita japonesa experta en flacura y uso del xoconostle. Ahí fue donde me emocioné porque no conocía a ningún ‘experto en xoconostle’ (jajaja) y me dije “anda hija, tienes que probarlo”.
En éstas épocas de ‘detox’, ¿qué es lo más raro que han hecho para bajar de peso?


Yo una vez recurrí a la lipoescultura y ahora tengo la cadera chueca. O sea, es como si me hubieran podado y entonces la grasa crece no disminuye, del lado derecho muy bien, pero del izquierdo tengo una protuberancia rarísima que ahora me froto con gel de toronja al tiempo que rezo para achicarla. Un amigo me sugirió que hiciera ejercicio, pero eso sí que no, a mí me gusta el surrealismo.


Pero lo más deprimente fue un enero que me interné en un campamento para obesos. ¿Han visto esas películas de gorditos entrenando como soldados? (como soldados con sobrepeso). Pues así. Claro, el letrero de la entrada no pone ‘granja’ sino ‘Spa’. Teníamos entrenador personal y masajista compartido. Así que entre varias gozábamos de los placeres de un rumano que nos movía las pieles.


Aparte de la masajeada, había temazcal, exfoliación completa, sauna, jacuzzi hirviendo para derretir la grasa, terapias de lodo, dietas especiales y lo mejor: baño de chocolate en las pompas. Nunca supe exactamente para qué, pero estaba muy bueno el trasero chocolatero.


En las mañanas íbamos a caminata con un policía -también maestro de deportes como don Jordi- que nos obligaba a recorrer kilómetros y kilómetros, mientras contaba historias y chismes locales (me sé vida y obra de todos en Zimapán, Hidalgo). Entre sudor y falta de aliento, el poli se convirtió en cómplice. Un día, hasta nos ayudó a sacar de la cárcel al masajista –compartido-, porque sabrán que el buen hombre cayó preso. ¡Con lo fácil que es dejar de tragar y yo metida en tanto lío! Parece que hubo una pelea rumana con otras compañeras de la granja y se los llevaron a todos. Así que las ‘gordas unidas jamás serán vencidas’ quisimos hacer una colecta para pagar la fianza del masajista para que lo soltarán porque, aunque tenía cara de psicópata, hacía algunos favores increíbles –según mis socias de obesidad-.


Por favor, no nos juzguen a la ligera, pero entre la depresión de estar en ése lugar y los toqueteos de un guapo, pues le agarras cariño. Una tiene su corazoncito…rodeado de grasa, pero latidor.


Queridos lectores, que no les suceda lo anterior ¡sean normales! Ya dejen de comer, deveras y suelten ésa rosca.

 

Martha Figueroa es periodista de espectáculos, conductora de televisión, autora del libro Calladita me veo más bonita. Combina la rara suerte de tener sentido del humor y ojo crítico.

enero 6, 2016