Por Martha Figueroa
@MarthaFigueroax
Yo respeto todo y trato de ser moderna. Pero me da miedo el sadomasoquismo.
Es que empiezas con una nalgada inocente o jugando gallinita ciega con una corbata y la cosa termina ¡en asesinato! Es que la pasión tiene una característica peculiar: se desborda en un segundo. De una mordida pasas al latigazo y de ahí al aventón por la ventana.
Esa reflexión me llegó mientras veía “50 Sombras de Grey”. Sí, soy una ociosa. Fui al cine solita y un poco tensa, porque cuando tienes cierta popularidad, los demás te observan –sobre todo si la película que vas a ver es ‘soft porn’-. Lo primero que me dolió antes que de empezaran los azotes en la pantalla, fue no poder morder a gusto mi tradicional hot-dog porque unas señoras observaban con cara de “mira, las que salen en la tele son medio pervertidas”.
Tuve la suerte de que todo el mundo me dijo que era la peor película de la historia, entonces ya no me pareció tan mala. Es decir, he visto peores. Por ejemplo, a nivel aburrimiento, “Boyhood”. Espero que aprecien mi sinceridad, pero lo mejor de “Boyhood” es el hombre que estaba sentado junto a mí en el cine. ¡Dios, qué maravilla! Por estarlo viendo, se me fue la trama (jajaja).
Bueno, ya poniéndome muy seria les digo que el problema que tiene es que la venden como cinta erótica y cero lo es. Eso del ‘soft porn’, nada. Por lo menos nos hubieran dejado ver un poco de ‘soft pene’ de Jamie Dornan. Ni eso.
Claro, si tienes poca experiencia o eres virgen, cada vez que la protagonista se quita la ropa, te emocionas. Pero yo, lo único que pensaba era ‘uy, qué actriz tan peluda y con las axilas percudidas, ¿Pooor?’ o ‘¡pobre de Melanie Griffith! Primero la abandona Antonio Banderas y luego la hija descocada hace esta película’. Les digo que la vida no es fácil ¿cómo te repones de ésas?
Es que Fifty Shades of Grey –para los despistados- se trata de una estudiante virgen de literatura que conoce a un magnate guapísimo y empiezan a tener SEXO como locos. En pocas palabras.
Ah, pero el meollo del asunto es que el hombre quiere que la inocente mujer firme un contrato para que la relación sea Sadomasoquista, que incluya juguetes sexuales dolorosos, látigos, cuerdas, ‘esposas’ (con las que te arrestan, no con las que te casas), demás instrumentos que guarda en un cuarto rojo.
Es que a él eso del ‘misionero’, la ‘cucharita’, el ‘perrito’, ‘la catapulta’, ‘el chivito en precipicio’, ‘la rana’ y los besos de toda la vida le parecen aburridos, sin gracia. El señor Grey no quiere romance, prefiere una historia de ‘amo’ y ‘sumisa’. O sea, es como un Sergio Andrade (“debes obedecer, debes obedecer, debes obedecer…”) pero mega bueno, con abdomen de lavadero y helicóptero.
Oigan, el sexo mejor como Dios manda. Con sus ‘ponte loco, ponte travieso’, tú para acá, yo por allá, que si lo tántrico, que si no, pero sin daños colaterales a la partes involucradas. Literal.
El tema es que la película sí te deja algunas enseñanzas de vida, medianamente útiles. Una de ellas es, si eres ‘never touched’ y la vida te pone enfrente un Dios sexual, pues tú fluyes. Ahí si admiré a la protagonista –Anastasia- porque lo único que me gustó de mi primera relación, fue la quema de calorías. Ay, la inocencia, cuando creía que 70 calorías eran muchas. ¿Por qué no me dijeron que sólo equivalía a 2 kiwis?
Es lo bueno de la columna. Que estamos todos aquí reunidos, pero no nos conocemos y no nos vemos, entonces te confiesas con tranquilidad.