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El Factor Figueroa: Salvajes

Vivimos en la peor ciudad para ciclistas, pero me sacrificaré en pro del planeta (ja).

diciembre 2, 2015

marthafigueroa  Martha Figueroa
  Tw. @MarthaFigueroax

Yo era una ciclista chilanga feliz.

Iba en bici a todas partes, me sentía generosa con el ambiente, llegaba más alegre a los destinos y además, debo decirlo, tenía unas pompas ilustres.  Hasta que un día mi bicicleta se atoró en un bache y yo volé, volé, volé -como 4 metros- y me embarré en la puerta de un edificio. Quedé como esos gatos de peluche pegados en los coches ¡como Garfield!

El portero salió pálido y me dijo “ay, pensé que se iba a morir”. Yo, dignísima, levanté todas las cosas que traje del mercado y quedé en shock. Yo, la loca de la bici, toda destartalada.

Tardé algunas semanas en curarme de la contractura y justo el día que decidí volver a rodar por la calles, leí que el robo de bicicletas se ha triplicado. Caí en la desilusión absoluta y mis pompas, tomaron una forma extraña.

Debo decir que estoy súper a favor del programa “Muévete en Bici”. Si mi Jefe de Gobierno propone que hay que guardar el automóvil ¡yo lo hago! Imagino que estoy en Holanda, Bruselas o Copenhague y pedaleo soñadora mientras llego a la ciclopista que me recuerda que estoy en el tercer mundo. Tercero con cara de cuarto.

Hay una pista –junto al periférico- imposible de subir, a menos que te bajes de la bici y te pongas equipo de alpinismo, de esos con picos y cuerdas.

Se ve que quien diseñó la ruta para bicis en el Distrito Federal nunca se ha subido a una y es además un ‘genio’ en materia de convivencia. El hombre ‘lumbrera’ pensó, “vamos a poner juntos en el mismo carril microbuses, camiones y bicicletas y así mientras pedalean no se aburren con tanto estrés y aprenden que los peces chicos deben convivir con los tiburones, ¡todos en armonía!”

Durante varios años fui una asidua asistente a los domingos ciclistas. Al principio era precioso porque veías la grandeza de la avenida Reforma, los monumentos y el centro histórico. Luego, ya cuando tenías muy visto el Ángel, Bellas Artes y la Diana, te entraba el odio podrido hacia los que no iban en el mismo transporte que tú.

Los de bici, no queremos compartir vía con los que andan en patines (¡¿qué es esto ‘rollerboogie’?!), los patinadores alucinan a los peatones con perros que aprovechan el paseo y los automovilistas ¡nos quieren matar a todos! Sí, somos unos salvajes.

Superada la discriminación de género vehicular, de pronto la ruta cambió para que los ciclistas conociéramos otras ‘partes interesantes de la ciudad’ y nos desviaban por unas colonias en las que yo, optimista como siempre, pensaba “a ver si nos roban las bicis y nos violan en masa, niños y mujeres primero”.

En uno de los paseos, me regalaron un folleto que enlista las ventajas de trasladarte en bici y pone que “es el transporte más democrático, que te ahorra dinero en estacionamientos y gasolina, que beneficia a tu salud, que no contamina, que disminuye la congestión vial y que te convierte en un ciudadano más incluyente y más humano”. No sé a ustedes, pero éste último punto me pareció hermoso. Ahora que he decidido ser una ciudadana más humana, como lo indica el ‘brochure’, le daré una segunda oportunidad a la ciudad y compartiré carril con los asesinos.

Me sacrificaré porque ¿vieron la cara de susto que tenían los mandatarios en la cumbre de París contra el cambio climático? Creo que moriremos pronto.

Por eso quiero colaborar y contaminar menos, no importa que el pavimento sea una mugre, la inseguridad vial y los asaltos. Intentaré sobrevivir a la Siria de los ciclistas.

Lo que sí estoy haciendo es un curso intensivo de “Ensamblaje y desarmado” de bicicletas para cuidarme de los ladrones. Es que los expertos del gobierno capitalino recomiendan que al estacionar la bici, mejor le pongas dos cadenas para atarla a un poste, que nunca la amarres a un árbol porque se la llevan con todo y raíces. Sugieren que te lleves las ruedas y le quites las luces, la bomba de aire, los pedales y el asiento. O sea, que solo dejes afianzado el tubo. Pero, ésta columnista prefiere cargar también con el tubo por si tiene que forcejear con el asaltante y/o la rata. 

Martha Figueroa es periodista de espectáculos, conductora de televisión, autora del libro Calladita me veo más bonita. Combina la rara suerte de tener sentido del humor y ojo crítico. 

diciembre 2, 2015