Por Martha Figueroa
Tw. @MarthaFigueroax
Oh, qué tristeza. Mi vida y la de mi hijo ya no será la misma. A partir de marzo perderemos un nexo importantísimo, un punto de fuerte comunión.
Me siento como esas madres de los comerciales que lanzan a sus polluelos a volar solos y suspiran.
Es que la revista Playboy, fundada por Hugh Hefner hace 62 años, ya no publicará desnudos en sus páginas. Eso significa que desaparecerá el ritual madre-hijo que mes con mes, hacíamos en casa: yo la llevaba envuelta y Alex la recibía con enorme ilusión.
No recuerdo exactamente cuando empezó empezamos la colección de revistas eróticas, pero ya son varios años. No quiero romper la imagen de mujer intachable que tienen de mí algunos lectores, pero mi casa está llena de revistas de mujeres –anónimas o famosas- sin ropa. No crean que soy una pervertida, pero es que me las regalan y no me gusta desperdiciar la información de ningún tipo, así que las leo de arriba abajo y, ya entrados en gastos, las uso y desmenuzo.
Llegó un momento en el que no sabía qué hacer con los ejemplares después de estudiarlos, así que después de valorar las opciones (tirarlas a la basura envueltas en otras revistas más decentes, esconderlas en el sótano, revenderlas, donarlas a un instituto de investigación sexual o a un banco de esperma) decidí regalárselas a mi hijo como un acervo cultural.
Al principio las sembraba como huevitos de pascua por todo el departamento para que se emocionara al encontrarlas, pero después decidí dejarlas directamente en el revistero del baño como la madre progresista que soy. Y Alex, a su vez, las disfruta y recicla con un orden de bibliotecario (no sé si por fechas o por tamaño de bubis). Supongo que muchos lectores se sentirán identificados porque un hombre sin Playboy en el cajón, es como un jardín sin flores.
Por eso escribo estas líneas llenas de sentimiento, dedicadas a Mr. Hefner, al legendario, al productor del placer.
Según el editor consejero, Scott Flanders, el declive de la revista es culpa de internet, porque ahora los consumidores están “a un click gratis de cualquier acto sexual imaginable, así que la coyuntura ha pasado”. O sea, sus conejitas se quedan cortas ante la oferta sexual del ciberespacio. Que si personas de colores, que si animales, que si cosas…
Sé que algunos pensarán que soy una especie de ‘mujer machista’, porque la publicación denigra a las mujeres, pero yo creo que es todo lo contrario, que es preciosa.
Una vez platiqué con una actriz mexicana que posó desnuda para la revista en las playas del caribe y terminé llorando por todo lo que me contó. Ella decía que tuvo que aceptar el paquete fotográfico de cobertura amplia, que incluye senos, pompas, clítoris y zona anal, para comprarle una casa a su hijo. Sus fotos eran tan completas y reveladoras que parecían un papanicolau 4DX, pero fueron un suceso a nivel ventas. Yo le confesé que en mi programa entrevisto a gente extraña, hago anuncios gratis, no puedo usar ropa negra y en maquillaje a veces me dejan como travesti. Dios, qué vidas tan difíciles tenemos.
La buena mujer -a quien ya le conozco los huequitos y recovecos físicos-me abrazó y me dijo “no te preocupes, el éxito llega tarde o temprano”. ¡Sí, me compadeció! porque ella era una mejor negociadora.
No saben cómo admiro a las mujeres que posan con soltura y elasticidad. Yo no puedo. No sé, siento que mis poses más que atrevidas resultan científicas, didácticas. Si me hicieran una candente sesión fotográfica, solo dejaría con el ojo cuadrado a la recepcionista del laboratorio donde colgarían el póster para estudiarme…”Sirenas en extinción”.
Desde luego, tengo gran seguridad y alta autoestima, pero llega una edad en la que te pones en cuatro patas y como decía Joan Rivers ¡te puedes hacer pedicure y mastografía al mismo tiempo!
Bueno, pues fin de una era.
Martha Figueroa es periodista de espectáculos, conductora del programa Nuestro día que se transmite en Cadena 3, autora del libro Calladita me veo más bonita. Combina la rara suerte de tener sentido del humor y ojo crítico.