Por Martha Debayle
Fotos: Enrique Covarrubias
2:30pm
Son las 2:30 de la tarde, salí tardísimo de radio y me acabo de pasar la salida del Periférico a Altavista. Qué vergüenza llegar tarde a comer con Carmen Aristegui. Ley de Murphy: La primera entrevista para el primer número de moi y el retorno está como seis kilómetros después. Mientras busco cómo le doy la vuelta al es- tadio Azul y cómo regresar al Periférico hacia el sur, más angustia me da pensar la gran responsabilidad que tengo en mis manos: que Carmen haya aceptado compartir un poco conmigo y cómo le voy a hacer para enseñarles a ustedes la Carmen que pocos conocen.
Y en lo que pienso cuál va a ser mi estrategia para no acabar hablando de política, el tema favorito de Carmen, es que por fin llego a El Cardenal. Entro apresurada, tratando de que no se me note, porque eso de mostrar prisa no es elegante y para mi buena suerte, Carmen me avisa que viene diez minutos tarde.
Nos vamos a juntar dos preguntonas. Pensé en Carmen Aristegui como el primer personaje para esta revista, porque es valiente, arriesgada, inteligente y súper apasionada por su trabajo. Aceptó sin titubeo y contestó a mi mail: “Va, confío en ti”, y eso me puso todavía más nerviosa.
Entra vestida de traje gris oscuro, camisa blanca, muy low profile. Obvio, todo el mundo la voltea a ver, mientras que ella sólo me ve a mí. Gran abrazo, grandes carcajadas por la prisa y el estrés con que vivimos ambas. Lo que me tiene con pendiente es un señor en la mesa de junto, que está demasiado cerca como para que nosotros platiquemos con paz. Al final, la primera portada de moi era poco menos que un secreto de Estado.
Carmen es un hueso duro de roer, cuestiona sin miedo a líderes de la iglesia, senadores de la República, a gobernantes. Rara vez la cuestionan a ella y menos fuera de su zona de confort. Vamos a hablar de todo menos de política. Ella sólo pide un café, porque dice que se comió un croissant antes de venir y yo una ensalada de palmito, que dejo casi intacta.
¡Cómo se resiste Carmen a hablar de sí misma y a aceptar los elogios! Le pregunto que si es valiente, que si se siente poderosa. Y a todo contesta que “no”. Es la conductora de noticias más escuchada de México y en una de sus dos cuentas de Twitter tiene más de 1.6 millones de seguidores. Ha salido de programas de radio y de televisión por presiones de instituciones influyentes y el público siempre ha pedido su regreso. Pero ella sigue con su modestia. Le comento que es vista como una voz muy influyente en México y me dice: “Si crees que me ven así los demás, yo digo que te estás excediendo en tus valoraciones”.
Todas las mañanas en su programa de radio entre- vista a los involucrados en las noticias. Insiste, cuando no obtiene las respuestas vuelve a preguntar. En su noticiero no verás que publica una nota sin profundizar en ella. Vaya que profundiza.
Carmen es su trabajo y tiene una idea muy clara de cuál es su obligación como periodista. Considera que su labor no es hablar de lo positivo. “Tristemente para los que son poderosos, la tarea de los periodistas es observar la irregularidad, lo que está corrupto… Para hablar de las cosas positivas hay informes de gobierno, hay voceros y hay gente que se dedica a eso y lo hace muy cabalmente”.
Como se siente orgullosa de lo que hace, tal vez por fin tenga una oportunidad de que acepte un reconocimiento. “¿Eres valiente?”, le pregunto y niega con la cabeza.
Y entre carcajadas le digo: “Ah, entonces según tú no eres nada, qué ¿eres una pobre imbécil?… Es que de veras, hija, ¡no estás cooperando!”.
— Me siento segura en lo que hago, trato de que mi trabajo y mi equipo me respalde, pero usar la palabra valiente, que yo soy Juan Camaney, no, qué quieres que te diga.
“LO PEOR QUE ESTOY HACIENDO CON MI VIDA ES DORMIR TAN POCO”
Carmen no se queda callada cuando descubre los abusos de grandes compañías, las presiones contra la competencia en la comunicación, las irregularidades en los procesos electorales, la corrupción de las autoridades por los narcotraficantes.
— ¿Alguna vez has sentido miedo?
— Para cualquier ser humano, el miedo es un elemento de supervivencia, te hace más precavido, te lleva a calcular y a sobrecalcular las cosas. Si a ese miedo te refieres, sí.
— ¿Y miedo a las consecuencias de algo que hayas dicho?
— No me gusta la palabra miedo, me preocupa lo que digo. El miedo inmoviliza. Debes tener cuidado, no un miedo paralizador. Sí me he preocupado, imagínate si no. Lo que más puede preocuparme es que me equivoque, entrar en duda de lo que hago, un dato mal dado. En lo esencial me siento tranquila. Cuando una está al micrófono tiene que calcular y medir lo que informará. Tienes que medirte en el sentido de que si dices algo tienes que decirlo con los pelos de la burra en la mano. En el mundo ideal es la única medida que deberíamos tener. Si tengo todos los pelos de la burra, sí lo digo.
En lo que ella me está contestando, estoy pensando que una de las cosas que me parecen más admirables de Carmen, y estarán de acuerdo conmigo, es que no le importa ser políticamente incorrecta, una práctica poco común en México. ¿Cuántos de ustedes no han estado en una reunión con amigos, hablando de un tema álgido y nunca falta quien diga: “Mira, yo prefiero no opinar, para no meterme en broncas”? Imagínense cuando te atreves a ser políticamente incorrecto públicamente. Y en lo que espero a que termine de darle su trago al café le pregunto: “¿Crees que eres políticamente incorrecta?”
— En México hay una cultura de no opinar fuerte. Hay pocos personajes en la política o el periodismo que claramente asuman su opinión. ¿Políticamente
incorrecta? A lo mejor puede ser una expresión para los que sí dan un punto de vista, asumen costos con el público y con los personajes que analizan. Hay otros países donde se cruzan los señalamientos y las frases agudas. Nos falta filo en el discurso de los personajes públicos, en lo que opinamos.Y nos haría bastante bien.
— ¿Hay censura en México?
— Censura, autocensura, autolimitación, creo que sí. — ¿En qué se ve la autocensura?
—¿Ves la tele?
— Ni amarrada.
— Por eso no te das cuenta de la autocensura. Hay
una entendible, cuando se autocensura alguien porque está en riesgo su vida, si habla de tal o cual tema. Pero también hay autocensuras que se relacionan con un espacio de confort de los periodistas. Es difícil demos- trarla pero sí intuirla.
— ¿Tú te autocensuras?
—La verdad es que no. Trato de echar por delante la información, los comentarios que tengo. Trato de no decir algo cuando no está plenamente corroborado.
—¿Tienes pantalones?
— Si esa expresión la traduces en que digo lo que pienso y opino, sí.
—Las mujeres estamos aprendiendo a usar nuestra voz, a hablar, no sólo en lo político, en lo que hacemos, en nuestra empresa, nuestra familia, en pareja y no es fácil. ¿Cómo encontraste tu voz? ¿Es una cosa tempera- mental, es algo que aprendes en tu casa, que te heredó tu papá?
— Soy resultado de biografía, de los ancestros, lo que vi en casa, en la escuela, de los cuates, de los enemigos, del contexto, de lo bien y lo mal que me ha ido donde trabajo, del temperamento, si quieres. De la autoafirmación que vas teniendo cuando dices algo. Te vas afirmando y reafirmando, hasta que dices esto es lo que quieres hacer. Influyen los quiebres de la vida, cambios de escuela, viajes o un libro.
Una de las grandes validaciones del extraordinario trabajo de Carmen Aristegui ha sido la difusión de las denuncias por pederastia contra el fundador de los Legionarios de Cristo. Lo publicó en cadena nacional, escribió el libro Maciel, Historia de un criminal, entre- vistó a las víctimas y a los dirigentes de la orden y el resultado de su esfuerzo y su presión fue que la misma orden aceptara la culpabilidad de su líder, Marcial Maciel. Le comento: “Acabas de pasar por una gran autoafirmación, la de los legionarios, que reconocen la culpa de su fundador…”
— Esa fue una gran afirmación, fue una de las cosas más estimulantes que se pueden tener. Es una gran historia para mí y varios periodistas que en su momen- to nos topamos con pared, que nos costó esa historia y cuando lees lo que los Legionarios de Cristo dicen de su fundador, décadas después… Bueno, llámale autoafirmación, victoria moral. Es una gran victoria personal, periodística, de muchas personas. El pedacito que me corresponde en este maravilloso proceso de información me hace sentir muy feliz. A pesar de que la respuesta de los Legionarios fue tan regateada y coloca a Marcial Maciel como el pederasta solitario, como si sólo él fuera responsable de lo que ocurrió. Son cosas afirmativas de lo que uno quiere hacer.
—¿Te han presionado para que ocultes algo que tú has descubierto?
— Sí, sí me han presionado, y no he hecho mucho caso. Varias cosas han sucedido en términos informa- tivos que han sido objeto de presión. La información sobre los Legionarios de Cristo, que en su momento nos costó a Javier (Solórzano) y a mí nuestra presencia en Grupo Imagen. Eso no fue otra cosa que una presión enorme, perdimos nuestro pedazo de sociedad ahí.
— ¿Cuál sería tu consejo para que las mujeres en- cuentren su voz, su personalidad? Tú estás en un me-
dio, hay mujeres que están en una relación en la que no deberían estar y no acaban de irse, que quieren abrir un negocio y no lo hacen, quieren florecer. Si ellas fueran una amiga tuya, ¿cómo les dirías “levántate y encuentra tu voz”?
– Amiga, créete en serio que puedes hacerlo. Creer en serio que se pueden hacer cosas suena bastante cliché, hay que creer en uno mismo. Que vale la pena, que vas encontrando en el camino grandes frustraciones, porque puede que se le dedique mucho tiempo, mucho esfuerzo, mucha vida a ciertas cosas y no siempre tienes una reivindicación inmediata, y de pronto dices “no sé si tenga tanto sentido estar neceando en lo que estoy haciendo”, de repente te das cuenta que sí lo tiene. A lo mejor a esas mujeres no les importa el periodismo, pero tienen una aspiración, la que sea, cada quien sabrá su historia, quizá la mía es ser periodista, la de alguien es ser enfermera, actriz, cantante, poner una pastelería.
Mientras pido al mesero que se lleve la ensalada de palmitos y Carmen pide otro café, aprovecho para pedirle un cigarrito al vecino incómodo y sospechoso, y acordarme de todas las veces que en radio he platicado con ustedes sobre lo importante que son los decretos parentales, todas aquellas frases directas y no tan direc- tas de nuestros papás que muchas veces distorsionan quienes íbamos a ser, esas etiquetas que nos ponen, como “el divertido”, “la responsable”, “el desmadroso”, haciéndonos creer que eso es lo que somos. O definicio- nes de lo que nuestra vida debería ser: casarse, tener hijos, estudiar medicina, ser contador como tu papá, cosas que nos hacen muy difícil sentirnos aplaudidos cuando estamos siendo o haciendo lo contrario.
— ¿En tu vida quién te hizo creer que sí podías? No me vayas a contestar con un rollazazaso.
—Buena pregunta. No tengo respuesta.
— Debe haber alguien, ¿quién fue tu cheer leader?
“CARGO CON LA CULPA DE NO ESTAR TODO EL TIEMPO QUE ME GUSTARÍA CON MI HIJO. LA TÍPICA CULPA MATERNA”
— Puedo sonar un poco chocante, pero creo que yo misma. Desde que decidí entrar a la universidad, que no era un asunto que estuviera planeado por mi familia. En mi casa, la única que tiene estudios universita- rios soy yo. La tirada habría sido estudiar otra cosa, si la inercia familiar se hubiera impuesto. Pensé que era mejor romper esa inercia y entrar a la facultad de ciencias políticas, en lugar de a una carrera más corta, más amable para ingresar dinero a la familia. Como tú dices, siempre estoy regateando exponer públicamente mis afectos. Desde luego que hay personas muy importantes en mi vida. Ha habido mucha gente que ha sido muy valiosa.
— Muchas veces dejamos de hacer cosas porque es- tamos esperando que alguien nos valide, nos aplauda y empuje y a veces ese alguien no existe.
— No digo que no haya nadie, que esté sola en la montaña. Desde luego que hay muchos impulsos y estímulos pero una misma es fundamental para lograr lo que se propone.
— ¿Cuál ha sido hasta ahora tu mayor conquista personal y profesional?
— Mi principal conquista personal es mi hijo, sin darle vueltas. Y profesional, el nivel de audiencia que tenemos en la radio. He picado mucha piedra y en este momento en que tú y yo conversamos estoy en un nivel de audiencia interesante, importante, que me hace sentir orgullosa.
Carmen ya se prendió y como por fin el mesero trajo mis cigarros, ya se está echando el suyo. Y si trajera chongo, ya se lo habría soltado. Y del momentum me agarro y me dejo ir como gorda en tobogán a tocar los temas que a Carmen menos le gusta compartir: los personales. Es sumamente celosa de su vida privada, tanto que de hecho es la primera vez que acepta cooperar un poco. Dice que habría sido muy feliz si la entrevista hubiera sido al revés, que ella me preguntara sobre mis hijas y mis miedos, pero ni modo, ahora le toca a ella.
“PENSÉ QUE ERA MEJOR ENTRAR A LA FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS, EN LUGAR DE A UNA CARRERA MÁS CORTA, MÁS AMABLE, PARA INGRESAR DINERO A LA FAMILIA”
— ¿Qué es lo más cabrón de ser mamá?
— Cuando te topas con el niño-joven, que es en mi caso Emilio (de 15 años), que te dice “mamá, decido yo”, lo que sea, qué va a comer, qué va a leer, si va a dormir más o menos. Es algo que me parece muy bien, pero muy mal. Es durísimo cuando ves al chico que empieza a tomar sus libertades, su propia definición. Nunca te imaginas que te va a pasar pero sucede.
— ¿Qué te preocupa sobre tu hijo?
— Que no logre encontrar su propia identidad, su motor de vida. Muchas personas trabajan en cosas que les disgustan. Me preocupa, me inquieta, me angustia que mi hijo pudiera estar en ese porcentaje. Para efectos de preocupación inmediata, eso. ¿Qué más te preocupa? ¿Que se vaya del país, que haga otras cosas?
—¿Te gustaría que tu hijo estudiara aquí?
— No me disgustaría que pudiera ir uno o dos años a un sitio para que viera cosas interesantes. A pesar de lo que pasa en México en educación, por ejemplo la UNAM es un sitio maravilloso de enormes contrastes, de grandes luminarias y tristezas evidentes. La UNAM es el gran mundo de los contrastes, el gran lugar donde pude vislumbrar lo que quería hacer en mi vida y en lo profesional. El tema de estudiar en México tiene mucho sentido.
— ¿Cargas con alguna culpa?
— No estar todo el tiempo que me gustaría con mi hijo. Es la típica culpa materna.
— ¿Y cómo te lavas el coco?
— Con esa respuesta obligadísima, que es mejor darles tiempo de calidad.
Como 25% de las mujeres con hijos en México, Carmen es madre soltera y ha decidido criar a su hijo sola. Resulta una tarea muy compleja para cualquier mujer, pero me parece que el grado de dificultad incrementa exponencialmente con las variables de Carmen. Personaje público, periodista arriesgada, altamente ocupa- da. Está todos los días en radio, de 6 a 11 de la mañana, es la conductora de noticias más escuchada de México, aristeguinoticias.com es una de las grandes páginas proveedoras de noticias del país y por si fuera poco, en punto de las 10 de la noche, de lunes a viernes la van a ver en vivo en CNN. Ella cuida a su hijo, cuida su carrera y por eso le pregunto: “y a ti, ¿quién te cuida?”. Y con una cara muy seria, como si estuviera hablando de la reforma hacendaria me dice:
—Yo misma. Tengo afectos. Sí tengo quién me cuide. Afectos, amores, amistades…
Cero me convence y satisface la respuesta. Pero considerando lo hermética que es y lo mucho que ha cooperado hoy, la voy a dejar ir.
— Las mujeres altamente complejas tienen que ser muy hábiles para operar su vida. ¿Cuéntame, cómo operas la tuya?
— Tengo un apoyo logístico maravilloso, quien me echa una mano en mi casa para la comida, quien lleva al chico. Tienen total libertad de actuación, ellas se en- cargan de que haya sopa, ya si es de fideo da igual, tie- nen total libertad de actuación. Sin ese apoyo logístico sería absolutamente imposible y tengo una familia que es bastante solidaria, que a cualquier llamado acude, somos muy cercanos.
— Pero las mujeres muy ocupadas y con hartas responsabilidades somos re mandonas, ¿tú no?
— Soy muy coordinadora, de distribuir tareas, dejo mucha cancha, si tengo una capacidad es la de correlacionarme, es sinergia permanente: lo que hago en la radio se asocia con la tele, si tengo alguna virtud es conectar esos mundos y más o menos me sale. No me siento que ya llegó la patrona mandona, de someter a las personas.
— ¿Cómo te relajas?
— De lo más obvio que te puedas imaginar. En pi- jama para leer un libro, una copa de vino, me parece una buenísima idea y cosas mayores que luego te las puedo contar.
— ¿Cómo cuidas tu salud?
— Debería cuidarla más, pero medio resuelvo el tema de la alimentación con un coctel de antioxidantes; una amiga mía me recomendó un brebaje que tomo antes de ir al programa. A media mañana un snack de nueces, arándanos y almendras y medio sándwich, como normal y ceno poca cosa. De todo lo demás soy un fracaso. Lo peor que estoy haciendo con mi vida es dormir tan poco. Tú, ¿cuánto duermes, cinco, seis horas? ¿Por qué no duermes más?
Es broma su pregunta, no sé si reír o llorar, porque ustedes, que tan bien me conocen, saben que el insom- nio y yo somos uno mismo. El vecino sospechoso de la mesa de junto ya pagó su cuenta y muy mono hasta se despidió de nosotras. Carmen es muy amable y hasta le sonríe al extraño. Entrando a la segunda hora de nuestra comida hago una pausa para platicarle cómo va a estar nuestra sesión de fotos. “¿Qué hacemos con la ropa para el shoot, Carmen?”, le pregunto. “Tú esco- ge” y una vez más me dice “yo confío”. ¡Qué agobiooo escoger ropa para Carmen Aristegui! No creo que com- parta mi amor por los tacones de 15 centímetros, las chamarritas de charol y los leggings de piel que tanto amo. Le rezaré al Señor que mi equipo tenga una mejor visión que la mía para la ropa de Carmen.
Ya con el ala sur del restaurante para nosotras solas, procedo a preguntarle sobre su familia, de la que poco se sabe.
— ¿Cuántos hermanos tienes?
— Somos siete, soy la quinta, dos hombres menores que yo.
Y dice que para su mala suerte cumple años el mismo día que una hermana mayor, por lo que su pastel siempre era compartido y reciclado.
— ¿Y quién te regaña?
— No, la que me regaña es una tía que tengo que se llama Antonia, que siempre me dice “Carmen, ya no te metas en problemas”.
—¿De qué es de lo que más te arrepientes?
— De no haber tenido más hijos. Por mi hijo y por mí. Me gustaría tener dos más.
— Hija, te mando las mías. ¿Cómo? ¿Una mujer tan ocupada?
—Yo creo que ya con el know how adquirido sí podría tener tres hijos. Lo digo por mi hijo Emilio y por mí. No lo contesté pensando en lo que a él le gustaría, porque no sé si le gustaría. Yo le digo que es un chico afortunado, de los que tienen el síndrome del hijo único.
A estas alturas me siento tan afortunada de que sigamos aquí en El Cardenal ya entrando a la tercera hora, compartiendo y carcajéandonos juntas. Ya hasta pasamos a pedir nuestra Coquita Light y no fue un tequila nomás porque había que regresar a chambear. Y Carmen me dice: “Es una entrevista fatal, me vas a odiar porque no te he dicho nada divertido ni nada que te entusiasme”. Ja ja ja y yo dando piruetillas como Nadia Comaneci, sintiéndome un verdadero cascanueces, orgullosa de haber abierto esta nuez.
Ella dice que es muy seria, que no puede contar un chiste pero a cada momento se avienta un chistorete, sonríe y para revelar sus emociones hasta se carcajea. Queríamos una Carmen íntima, mostrarles otro ángulo de una mujer tan pública pero tan privada. Lo conse- guimos. ¡Aparte de que comer tres horas con Carmen resultó mucho más divertido de lo que imaginé! A la salida, esperando nuestros respectivos coches, vimos al otro lado de la banqueta a un papparazzo reentretenido tomándonos fotos. Me voy cruzando los dedos para que sus fotos no salgan antes que moi ¡Gulp! ¡¿Ven por qué nunca tengo paaaaaz?!
CÓPIALE A CARMEN
Desayunar a la carrera
El programa de Carmen en la radio empieza a las seis de la mañana. Solución para un desayuno rápido:
• Una hoja de espinaca, una guayaba, un nopal cambray, apio, una ramita de perejil, una rebanada de piña. Licuarlo todo con el jugo de una toronja fresca y tomarlo de un jalón.
• A media mañana, nueces, arándanos y almendras, y medio sándwich.
Enfrentar tus problemas
Cuando tengo un problema, me planteo uno infinitamente superior que puede ser el más grave. Si tienes una bronca de trabajo, una enfermedad, hay cosas extremadamente más graves. Contrastar siempre ayuda. Problema, problema… el mío es relativo, eso te ayuda a solventar y a entenderlo de otra manera.
Balancear la vida
Tengo un apoyo logístico maravilloso. Tengo quien me echa una mano en mi casa para la comida, quien lleva al chico (Emilio). Tienen total libertad de actuación. No tengo que decidir qué hay para comer cada día. Sin ese apoyo logístico sería imposible. Tengo una familia que acude a cualquier llamado.
Perseguir tus metas
¿Qué le dirías a alguien que no se anima a dejar una mala pareja o un trabajo en el que no está a gusto para perseguir su sueño?
Al final de cuentas lo que vale es tu intuición, tu inteligencia emocional para saber decir “soy una estúpida si sigo con este personaje y sé que tengo que encontrar la manera de liberarme de él”.
PREGUNTAS RÁPIDAS
¿A quién no has podido entrevistar?
Ya se murió Mandela. A Obama.
Si tuvieras a Carlos Slim enfrente ¿qué le preguntarías?
¿De veras es usted un hombre que se hizo a sí mismo?
¿A Peña Nieto?
Cuénteme la verdad del Monexgate
¿Le mandaste flores al hospital a López Obrador?
No, ja ja ja.