Jacobo Dayán
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“Conocer a Hitler fue la mayor catástrofe de mi vida. Hasta que muera la gente seguirá diciendo que soy una nazi”. Así se refería Leni Riefenstahl (1902-2003) a su estrecha colaboración con al Partido de Adolfo Hitler. Cargó con este estigma hasta la edad de 101 años, casi 70 años después del estreno del documental que la llevo a la fama internacional para el resto de su vida. Actriz, bailarina, editora, fotógrafa y cineasta, Leni encontró al mismo tiempo la fama, la gloria entre los simpatizantes del nazismo y el rechazo internacional al dirigir los documentales propagandísticos más importantes del Tercer Reich.
Esta semana se cumplieron 80 años del estreno de uno de los documentales más polémicos de la historia, El triunfo de la voluntad (Triumph des Willens). Se trata de un prodigio de técnica cinematográfica considerado el mejor de la historia en el manejo de la estética del poder y de la propaganda más potente que se había logrado hasta entonces y la más perversa de toda la historia. El documental de Riefenstahl sigue siendo estudiado y comentado hasta la fecha por expertos en imagen política, sociólogos, psicólogos, comunicólogos, cinéfilos, editores, directores e historiadores.
A pesar de tener una carrera muy corta, Hitler invitó a Riefenstahl a dirigir los documentales del régimen. El triunfo de la voluntad documenta el Congreso del Partido Nazi de 1934 en la ciudad de Núremberg, allí donde sería juzgado el nazismo al final de la guerra, y se convirtió en el artefacto de propaganda con más influencia del nazismo y una de las películas más comentadas y citadas de la historia. Olympia es otro de sus documentales que pasó a la historia, en él se narra la Olimpiada de Berlín en 1936 en la que destacó Jesse Owens.
Los eventos que son presentados en El triunfo de la voluntad muestran la “santificación” del Führer como una especie de mesías y su proyecto político y social que devolvería la gloria a Alemania. El monumental trabajó se logró gracias a un ejército de camarógrafos, técnicos y fotógrafos. Todo fue colocado como una gran representación, decenas de cámaras, grúas, miles de banderas y pendones, cientos de miles de niños, adolescentes y hombres uniformados, trompetas, discursos, cámaras en movimiento y un escenario majestuoso que revitalizaba el golpeado orgullo alemán por la derrota en la Primera Guerra Mundial y los posteriores años de gran crisis económica y social.
El triunfo de la Voluntad es un claro ejemplo del dilema entre arte y moral, muestra el poder de la imagen para representar el mundo al tiempo que contribuye a la construcción del mismo mundo que pretende retratar.
Leni nunca fue miembro del Partido Nazi, al iniciar la guerra presenció en Polonia la brutalidad del régimen que había ayudado a glorificar en imágenes cinematográficas. Esta experiencia marcó a Riefenstahl y sembró varias dudas en ella.
Riefenstahl tuvo que enfrentar cuatro procesos de desnazificación y decenas de juicios por décadas, en todos fue declarada inocente. De manera paradójica, recibió premios en varios países.
Como era de esperarse, Riefenstahl tuvo dificultades para superar su vínculo con el nazismo y encontró dificultades para continuar su carrera cinematográfica. Muy distinto a lo que ocurrió con Veit Harlan, conocido como el director del diablo, quien había dirigido las películas de ficción más brutales del Tercer Reich y que retomó su carrera como director en la década de 1950.
A pesar del legado asesino del nacionalsocialismo, el trabajo de Riefenstahl sigue siendo visto hoy y continúa resonando fuertemente marcando de forma profunda la historia posterior de los medios de comunicación. Muchas de sus innovaciones técnicas y de lenguaje cinematográfico siguen siendo utilizadas.
Leni Riefenstahl es todo un mito y sigue siendo una figura controvertida hasta el día de hoy.