Por Eduardo Iniesta
Tw. @eliniestae
Si en algún momento necesitan de la atención de la gente, pero nadie les hace el menor caso, sólo digan “TANGA”, de manera fuerte y contundente (la parte de contundente es muy importante), para despertar el interés de sus interlocutores. A mí me funciona. ¿Me pregunto si decir “PANTALETA” logrará el mismo efecto?
Bombacha, braguita, colaless, cachetera, vedetina y tongo; son algunas de las formas que usan en ciertas partes de Latinoamérica para referirse a la tanga. Pero el nombre de esta diminuta prenda no surgió porque se haya inventado en Tangamandapio, Michoacán, no. Nada que ver. Les cuento.
Los orígenes de la tanga son más recónditos que las zonas del cuerpo que pretende “cubrir” esta prenda. Hay una versión bastante simplona del surgimiento de tan escandaloso objeto, en la que se presume que se deriva de la abreviatura de una república de África Oriental (actualmente Tanzania), que debía su nombre al lago Tanganica, donde las mujeres usaban el clásico “tapa rabos”.
Existe otra versión que a mí me gusta más por dramática y aventurera. Según un estudio etnológico de moda realizado por la periodista alemana Anja Bergelson, la historia de la tanga comienza allá por mediados del 1600 en las remotas islas chilenas de Santa D’Ors, en las que las mujeres usaban conchas a las que llamaban “tongos” para cubrir sus genitales. El color y estilo de las conchas significaba un estado de ánimo o intenciones amorosas particulares e incluso si la isla se encontraba en peligro.
En 1640 naufragó en esas islas el español Yáñez Iglesias y su esposa Yolanda Luccara, la cual dicen, estaba “bien formadita de su cuerpo”. Los lugareños ofrecieron ayuda a los náufragos a cambio de las velas de la nave para dárselas a las mujeres del lugar, las cuales utilizaron la tela para crear unas primitivas y algo rasposas tangas, aunque ellas las seguían llamando tongos. Obviooo, doña Yolanda no se quiso quedar atrás y cambió sus calzonsotes por aquellos novedosos calzonsitos que la hacían sentirse la “muy, muy”.
Como pudieron, Yáñez y su esposa salieron de las islas y se establecieron en Salvador, Brasil, donde montaron su fructífero negocio de tongos, los cuales fueron tremendo hitazo entre las brasileiras, aunque ellas pronunciaban “tanga” en lugar de tongo (la palabra “tanga” surge en Brasil, la prenda no). Y como todo buen negocio en expansión, decidieron exportar su tongo-tanga a Europa. El único detalle que no tomaron en cuenta es que la santa inquisición también estaba en su apogeo. Y 1660, en Madrid, España, Yolanda Luccara fue ejecutada en la horca por usar por primera vez en Europa semejante calzón tan conducente al pecado, y Yáñez corrió con la misma suerte por dejar que su esposa usara tanga. ¡Que triste “deveras”!
Aunque en pleno siglo XXI, en China se sigue mal mirando a las tangas, pues en las grandes tiendas comerciales o mayoristas de ropa íntima, ¡sólo venden pantaletas! Si quieres tanga, la tienes que comprar en internet. Así lo aseguró Vancl, uno de los vendedores de chones en línea más fregones de China, y que recientemente publicó un análisis de sus ventas en lencería. En julio del 2014, el sitio vendió más de 200.000 pares de ropa interior femenina, el 72% pantaletas, el 24% ‘cacheteros’, y sólo el 4% tangas. Beijing fue la ciudad donde hubo más compradoras de tangas, seguida de Shanghái, Guangzhou, Shenzhen y Xi’an.
Y si ustedes pensaban que no había forma de que una prenda tan pequeña como la tanga evolucionara, los invito a googlear: BiClip, Monokini, Penekini o Saco-Tanga.
Termina su columna y jura que jamás, nunca y bajo ninguna circunstancia usará tanga.
Eduardo Iniesta es conductor de radio y televisión experto en temas de diversidad sexual. También es un aficionado de encontrarle el lado estúpidamente interesante a la vida. Síguelo en @eliniestae