Por Eduardo Iniesta
Tw. @eliniestae
Para empezar no se llaman “Curitas”. Son apósitos, bandas sanitarias o bandas curativas. “Curitas” es una marca registrada. Ya saben, la clásica historia de la marca que se come al producto.
En segundo lugar no hay forma en que las compañías Hansaplast (Curitas) y Johnson & Johnson logren ponerse de acuerdo sobre quién inventó las mentadas banditas sanitarias.
Hansaplast asegura que en 1882 se le concedió la patente para producir opósitos de cobertura y que en 1922 produjeron el primer Hansaplast o Curita, el cual promocionaban como “vendaje con gasa de Beiersdorf”.
Pero según la versión de Johnson & Johnson, la bandita de la discordia, fue inspirada en 1920 por Josephine Knight, esposa del estadounidense Earle Dickson, empleado del departamento de compras de J & J. Dicen que la pobre Josephine no daba una en la cocina. Y que siempre terminaba rebanándose los dedos a la hora de la picadera de verduras o cortadera de carnes, así que Earle creó un vendaje con una gasa por un lado y una cinta adhesiva que colocaba sobre la gasa, creando así las primeras BAND-AID. El presidente de la compañía se enteró de la práctica ocurrencia y decidió manufacturarla a gran escala, nombrando vicepresidente de J & J a su creador. Espero que ya con el sueldo de vicepresidente le haya contratado una buena cocinera a la pobre Josephine.
En la actualidad los apósitos de J & J se venden como “Banditas” y los de Hansaplast (Curitas), como Curitas, aunque nunca se han tomado la molestia de explicarnos la razón del por qué decidieron llamarlas de esta forma en las regiones de habla hispana. Tal vez por aquello de banditas curativas. Aunque todos sabemos que los curitas no curan nada, sólo te dejan el dedo arrugadito, blanco y pegajoso (Ok. Eso se entiende raro). De hecho las pequeñas heridas cicatrizan más rápido cuando no se usan estas banditas. Pero sí son de GRAN ayuda cuando unos los zapatos nuevos te lastiman el talón.
Por cierto, los raspones duelen más que las heridas, ya que todas las terminales nerviosas se encuentran debajo de la piel. Y en estos casos los curitas sí pueden resultar efectivos al proteger el pedazo de piel dañada.
La parte adhesiva de los curitas se hace con un tejido que es elástico en una sola dirección llamado ETS, al cual se le da una embarradita de pegamento y luego se calienta a 49 grados centígrados para que aparezcan los clásicos hoyitos de ventilación de los curitas (que en realidad no ventilan nada, por eso le dejan el dedo todo blanco a uno).
De un rollo de mil 800 metros de ETS salen un millón 800 mil curitas. Y tan sólo en Estados Unidos se fabrica anualmente un promedio de 4 mil millones de curitas en 65 modelos diferentes.
Claro que hoy en día podemos encontrar curitas mega sofisticados, como creados por científicos del Instituto de Tecnología de Massachussets, que sirven para curar corazones que han sufrido infartos. Estos biocuritas están formados por una malla de celdas muy parecido a un panal de abejas que es idéntica al tejido muscular del corazón y lo ayuda a generar nuevas células.
O cómo el curita ultrasónico que acelera la cicatrización a través de la emisión de ultrasonido de baja frecuencia que inventaron en la Universidad de Drexel, Filadelfia.
¿Y qué me dicen del curita que soluciona los problemas de recepción del iPhone? Se llama iBand Aid, y se pega sobre la parte inferior izquierda del smartphone para evitar que el dedo interrumpa el funcionamiento de la antena.
¿Qué tal?
Termina su columna y recuerda cuando su mamá le ponía curitas en la cabezota por andar de latoso.
Eduardo Iniesta es conductor de radio y televisión experto en temas de diversidad sexual. También es un aficionado de encontrarle el lado estúpidamente interesante a la vida. Síguelo en @eliniestae