Por Eduardo Iniesta
Lo malo de haber sido criado por una mamá joven es que en ocasiones ella se comportaba más como escuincla que yo. Y no conforme con educarme bajo la amenaza de que me iba “a salir el diablo” si no hacía la tarea, los mandados o cualquier otra cosa que se le ocurriera; mi sacrosanta madre compraba máscaras para aparecerse de sopetón, se metía debajo de mi cama para “jalarme las patas” y me apagaba las luces de la casa para que me estuviera quieto. Y no la culpo, porque la neta es que sí era bien desmadroso.
Pero no se crean, llegué a pensar que una infancia con tanto susto era la causante de que ahora de adulto me encanten las películas de terror o los juegos mecánicos onda la montaña rusa. Como dice la canción: “Me asusta, pero me gusta”.
Para abordar el tema del miedo lo tenemos que dividir en tres grandes grupos, así que vamos tendidos.
1.- La ciencia del miedo. TODOS, sentimos miedo porque es una respuesta automática e involuntaria de nuestro cuerpo ante un peligro, y es generado por un pequeño órgano con forma de almendra, que se llama amígdala, que funciona como botón de emergencia en nuestro cerebro, soltando en friega altas dosis de adrenalina, dopamina, glucosa, serotonina y cortisol; todo esto para poder ejecutar dos posibles reacciones: defendernos o huir. El miedo provoca reacciones en nuestro cuerpo, el pánico lo paraliza.
En algunas personas, los sustos provocan que su estómago genere más ácidos gástricos. Pero contrario lo que dicen las mamás, comer pan no ayuda en nada, es más efectivo tomar un antiácido, así que nada de “bolillito pal susto”.
Y eso de que da diabetes después de un sustazo, también es falso. La Asociación de Medicina Interna de México, explica que pesar de que nuestros niveles de glucosa aumentan cuando estamos estresados, no son un detonante del padecimiento. Las personas que son diagnosticadas con diabetes después de un susto, en realidad ya tenían la enfermedad.
2.- El placer del miedo. Sí queridos lectores, el miedo produce gozo ante situaciones controladas que no ponen en peligro real nuestras vidas, pero que con todo y todo sí nos tienen con el “Jesús en la boca”, sudando frío y echando grito. Es por eso que nos resultan tan atractivas las pelis de terror. De hecho, un estudio publicado en el Journal of Consumer Research, demostró que los amantes del cine de terror sienten felicidad además de miedo cuando ven una película de este género, y que el porcentaje de personas que sólo perciben miedo es relativamente pequeño.
Mientras que otro estudio de la Universidad de Utah, asegura que varias de las sustancias que produce el organismo ante el miedo, son las mismas que se generan durante el orgasmo, como la serotonina o la dopamina.
3.-La Industria del Miedo. La asociación de comercio minorista más grande del mundo, estudió el comportamiento de consumo de los gringos durante los festejos de Halloween del año pasado y resulta que entre dulces, disfraces, adornos, renta de películas de terror, calabazas y boletos de entrada a casas de los sustos; se gastaron un dineral, más 7 mil millones de dólares. Y yo de mal agradecido que nunca valoré todos los sustos gratis que me metió mi mamá cuando era niño. ¡GRACIAS MAMÁ!
Termina su columna y le asusta, pero le gusta.
Eduardo Iniesta es conductor de radio y televisión experto en temas de diversidad sexual. También es un aficionado de encontrarle el lado estúpidamente interesante a la vida. Síguelo en @eliniestae