Por Jacobo Dayán
Tw. @dayan_jacobo
Todo inicio de ciclo genera buenos deseos. Las dietas los lunes, buscar trabajo a inicio de mes, dejar de fumar o hacer ejercicio a fin de año. Ahora imaginemos lo que puede inspirar el inicio de un milenio. El 2000 convocó a la comunidad internacional a buscar nuevos horizontes por un futuro mejor.
En septiembre de 2000 se realizó la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas, en ella se establecieron objetivos medibles con plazos definidos para atacar algunos de los grandes problemas de la humanidad: pobreza, hambre, salud, analfabetismo, medio ambiente, equidad de género y desarrollo, entre otros. Se crearon metas con indicadores claros, llamados “Objetivos del milenio”, que deberían de conseguirse para 2015. Adicionalmente se crearon compromisos, aquí no se atrevieron a ponerse metas claras, en materia de derechos humanos, buen gobierno y democracia. Eran 15 años para que el mundo, cada país en particular, se ponga a trabajar con el apoyo, en teoría, de los países desarrollados, de la sociedad civil y de las principales instituciones de desarrollo. Así, se conformó el deseo de un mundo mejor conformado por 8 objetivos, 21 metas y 60 indicadores. (http://www.un.org/es/millenniumgoals/).
Según informes de Naciones Unidas, repito, según ellos, casi concluido el periodo, tenemos motivos para celebrar. En su informe, Naciones Unidas afirma que “los Objetivos del milenio han salvado millones de vidas y mejorado las condiciones para muchos más… El trabajo no se ha completado y debe continuar en la nueva era del desarrollo”.
Los datos indican que la mayoría de los países alcanzaron un buen porcentaje de las metas, algunos pendientes continúan, el Secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, afirma que en una generación se podrá erradicar la pobreza extrema. ¿Será cierto?
Algunos datos del reporte: el número de personas en pobreza extrema se redujo a la mitad, pasó de 1.9 mil millones a 836 millones de 1990 a 2015; la equidad de género se logró en la educación primaria de la mayoría de los países y en 90% de los casos hubo avances en la participación política de las mujeres; el número de niñas y niños que mueren antes de los 5 años se redujo en más de la mitad; la mortandad materna cayó 45%; hay grandes avances en la lucha contra el VIH/SIDA, la malaria y la tuberculosis; más de 2.1 mil millones de personas obtuvieron el acceso a instalaciones sanitarias; la asistencia para el desarrollo creció en 66%.
Sin embargo, los datos muestran varios pendientes. El desarrollo no ha sido parejo, varias regiones siguen presentando déficit. Los conflictos son el mayor freno al desarrollo humano, la discriminación a la mujer persiste en buena parte del planeta, el número de menores de edad en los países pobres es el doble que en los países más desarrollados, la falta de educación en países en conflicto ha crecido del 30 al 36%, las emisiones de dióxido de carbono se han incrementado más del 50% desde 1990, 40% de la población mundial no tiene acceso al agua y la cifra va en aumento.
Ante estos retos es que se plantea una nueva agenda basada en la inequidad, desarrollo económico, trabajo bien remunerado, asentamientos humanos, energía, cambio climático, paz y justicia.
En palabras de Ban Ki-Moon: «La agenda de desarrollo post-2015, incluyendo el conjunto de Objetivos de Desarrollo Sostenible, se esfuerza por construir sobre nuestros éxitos y poner a todos los países, juntos, con firmeza en el camino hacia un mundo más próspero, sostenible y equitativo».
Suena bien, como todo buen deseo tiene una carga de ingenuidad.
Jacobo Dayán es experto en Derecho Humanos, historia mundial contemporánea, genocidios y relaciones internacionales. Actualmente es conductor del programa Así las cosas que se transmite por W Radio.