Por Roberto Morán
Dicen que el dinero es una de las cosas que más destruyen matrimonios. ¡Basta ya de esa gran mentira! El dinero sirve para comprar cosas en el súper o para pagar las colegiaturas de tus hijos, y si te peleas por él con tu pareja es porque tienes otros problemas que sí destruyen matrimonios. Si los superas, ya estás del otro lado para manejar el dinero. Y aquí te van los ejemplos:
Él controla tus gustos
Él tiene una cuenta de 20 millones de dólares en el banco, come todas los días en restaurantes de lujo en los que se gasta varios salarios mínimos, inventa viajes de trabajo, está en el club de golf más elegante y trae unos relojes de jaque árabe. Y a ti te da peso sobre peso hasta llegar a 2,000 cada mes para que de ahí saques los gastos, el súper, la colegiatura y tus gustos. Te prohibió salir a ganarte tu propio dinero. Vigila tu tarjeta, se molesta cuando sales con tus amigas, te regaña porque gastas en el salón de belleza y te dice qué puedes comprar.
El problema real: aquí hay violencia
¿Como solucionarlo? Enfrenta al violento.
Pídele ayuda a tu familia, ve al psicólogo y prepárate para dejar tu «vida de lujo». Estarás mejor si no eres rehén de su dinero.
Tú ganas más que él
Si fuera por el salario de él, irían de vacaciones dos días a Zacatlán de las Manzanas, y eso porque está cerca, Pero a ti te alcanzaría para ir, los dos, diez días a Europa ¿Qué haces?
a) Lo invitas
b) Te vas sola
c) No vas
No hay una sola respuesta correcta.
El problema real: no se tienen confianza de verdad. A la mejor piensas que si lo invitas te va a agarrar de su banquito y va a querer que le pagues todo. O luego se va a resentir porque tú eres la poderosa y decides a dónde ir.
La solución: si eres la mujer, puedes invitarlo de vez en cuando, siempre que sepas que no se va a convertir en tu gigoló. Y, si eres hombre, tienes dos posibilidades.
Una, que sí quieras ser un vividor. Y eso no se da en una verdadera relación amorosa.
O que te sientas menos. ¡Ay!, bájale dos rayitas a tu orgullo.
Quieres ser el súper proveedor
Le quieres demostrar que tú eres Juan Camaney. La invitas a cenar a súper restaurantes, le ragalas diamantes y le compras su mamitroca a plazos. Y por pura inseguridad no le confiesas que estás endeudando hasta el cuello. ¡Estás poniendo en peligro el nivel de vida de los dos!
El problema real: te falta autoestima.
La solución: si eres el hombre que quiere poder todo, define qué sí puedes y qué no.
Tienes que ser claro y honesto sobre el verdadero tamaño…de tus ingresos y tus cuentas. Al final no importa, te van a querer si eres sincero.
No se ponen de acuerdo en qué gastar
A lo mejor viven muy felices, como en cuento de hadas, pero tarde o temprano descubres que ¡es no puede seguir así! Piensas que está padre que vayan los dos a tomar martinis todos los viernes y compren sin parar con la tarjeta negra, pero ahora crees que deberían gastar en ropa de moda para los niños y pensar más en el futuro, se arma un súper pleito. Él se pone histérico y te acusa de que lo quieres controlar.
El verdadero problema: no han dejado que su relación madure y quieren seguir con metas a corto plazo, como salir el jueves a bailar, y no se animan a aceptar que entre los dos tienen responsabilidades.
La solución: hablar.Definir cuáles son las metas y qué es lo que quieren conseguir.
Ademas si lo hablan tendrán una gran ventaja. Es muy frecuente que en las parejas uno ahorre a escondidas del otro. Mejor juntar los dos ahorros, porque mientras más dinero tengas puedes conseguir mejores rendimientos en una inversión.
La envidia es peor que el hambre
Tú no te animas a inscribirte a un gimnasio por el pago mensual y él cada semana se compra un juguete, tipo pantalla plana, palos de golf, bicicleta.O no has podido renovar tus calzones y ella se gasta 2,000 pesos en un bayalage pata traer el pelo como Sarah Jessica Parker.
El problema real: se tienen envidia. Si él gasta en una cosa, tú quieres otra igual.
Como los niños de cuatro años. Y entonces se pelean porque no hay justicia y uno gasta mas que el otro en gustitos.
La solución: no dividir a partes iguales el dinero para los gustos, porque no cuestan lo mismo. Mejor definan qué lujos quiere darse cada quién y vean si les alcanza con lo que tienen. Si los lujos de uno son más baratos, qué maravilla, ¿no?