Por Alejandra Ortíz
Tw. @alita_emo
Las explicaciones de este fenómeno van desde pura y simple mala suerte hasta el efecto que tiene la mantequilla sobre la superficie del pan. La cosa es mucho más simple: depende, principalmente, de la altura de la mesa, el tamaño del pan y nuestra propia torpeza.
En un típico desayuno hay panes de dimensiones comunes sobre la mesa. Una persona con torpeza, también común, estira el brazo para alcanzar el jugo de naranja, y en esa acción mueve el plato de pan provocando que se caiga al suelo. Cae, claro, sobre la parte embarrada de mantequilla.
Una mesa por lo general tiene la altura suficiente para que el pan no logre un giro completo de 360 grados, sino sólo la mitad. Si la mesa fuera más alta o los panes fueran mucho más pequeños, el trozo podría dar una rotación completa cayendo del lado sin mantequilla; ocurriría algo similar si la mesa fuera mucho más chaparra, pues los panes no darían ni medio giro completo. La rotación del pan también depende de la velocidad a la que es empujado, generalmente por accidente y por lo tanto lentamente.
En un empujón lento, el primer extremo que deja de tocar la mesa siente la fuerza de gravedad por más tiempo que el segundo extremo, lo que hace que el pan comience a girar. Debido a que la mesa no es suficientemente alta, el giro no es completo. Si empujáramos el pan con más fuerza, el primer extremo también estaría a merced de la gravedad por más tiempo que el segundo, pero la diferencia de tiempos entre ambos extremos sería pequeña y no lograría ni medio giro completo, provocando que el pan cayera en la misma posición en la que comenzó, con la mantequilla para arriba.
Así que no es la mala suerte. Si quisiéramos hacer volados con panes con mantequilla en vez de monedas podríamos hacerlo si lanzáramos hacia arriba los panes con suficiente fuerza, comprobando que bajo esas condiciones es igual de probable que caiga de un lado o del otro, independientemente de la mantequilla.
La mala suerte viene más bien de que una vez más nos hemos buscando intrincadas maneras de hacernos la vida más pesada, en este caso llevando el desayuno a la mesa, cuando científicamente sabemos que su lugar apropiado es la cama.