Por Arlen Solodkin
Directora del diplomado“Bienestar, Felicidad y Resiliencia” y fundadora del Instituto de Bienestar Integral
vidaybienestar.com
Martin Seligman, conocido como el padre de la Psicología Positiva, comparte en su libro “Florecer”, su preocupación acerca del título de su propia obra “Felicidad Auténtica” y del malentendido que el término felicidad le ha adjudicado al campo de la Psicología Positiva. También hace énfasis en la importancia de considerar a la Psicología Positiva como una rama de la Psicología, ya que ambas buscan el bienestar del ser humano, aunque de distintas maneras. Esta última pretende entender los aspectos disfuncionales del ser humano para llevarlos, en la medida de lo posible a la normalidad; mientras que la Psicología Positiva estudia casos excepcionales con el fin de elevar el estado de bienestar de la gente de niveles normales a niveles óptimos, donde el florecimiento humano y la potencialidad de las capacidades de cada persona ofrezcan nuevas perspectivas y formas de vida.
Es evidente que no existe la Psicología Negativa, de la misma forma que no existen las emociones negativas. Hay emociones placenteras y emociones “incómodas” pero ambas son reales, útiles e importantes. Emociones como miedo, ira, coraje y tristeza nos demuestran la interpretación acerca de las realidades que vivimos. Las emociones nos alertan acerca de posibles peligros, nos encaminan a actuar, a huir o atacar en caso de ser necesario. Las emociones como amor, interés, curiosidad u orgullo nos abren los sentidos para aceptar más, para escuchar, para reconocer. Sonja Lyubomirsky habla de una teoría llamada “ampliar y construir” para describir la forma en que las emociones positivas nos permiten ser más creativos y nos abren los ojos para reconocer más alternativas. Entonces, ¿son mejores las emociones positivas? En realidad no, se sienten mejor, pero no necesariamente son mejores.
Como muchas otras cosas de la vida, lo importante es mantener un balance. Robert Biswas Diener, autor y profesor de la Universidad de Portland, menciona que algunas investigaciones muestran la relación entre productividad y emociones. Por ejemplo, en un estudio en el que se midió en una escala de uno al 10 el estado de felicidad de las personas, se encontró que aquellos que se autocalificaron con ocho, manejan un mejor desempeño en sus labores que aquellas que se califican en nueve o 10. A esto él le llama “teoría de ampliar y construir más allá”. Al respecto, enfatiza: “evidentemente no queremos a gente angustiada, estresada o preocupada en sus trabajos. Sin embargo, tampoco queremos gente que acepte todo, que no cuestione la realidad, que sea conformista y que no piense en alternativas. El pensamiento crítico es de suma importancia”.
El pesimismo y desamparo enmascaran una realidad donde así como hay adversidad hay bendiciones dignas de tomarse en cuenta. El estrés en exceso perjudica el bienestar, la felicidad, el desempeño laboral, las relaciones interpersonales e incluso la salud, no obstante, una dosis “equilibrada” de estrés nos obliga a permanecer alerta y despiertos. El optimismo y la felicidad propician la creatividad, mejoran los niveles de salud e incluso fortalecen el sistema inmunológico. Sin embargo, el optimismo extremo nubla nuestra visión y no nos deja reconocer lo que está presente.
Seligman, en su libro “Optimismo Aprendido”, sugiere que en ocasiones la gente pesimista es capaz de ver la realidad con más realismo que la gente más optimista, es decir, están más cerca de la realidad, pero son menos felices. Aquí es donde la elección entra en juego, ¿con qué lentes quieres ver el mundo? o ¿de qué manera ves el vaso, medio lleno o medio vacío? Si seguimos la lógica de Biswas Diener, entonces podemos entender que ambas perspectivas aportan algo importante a la realidad. Lo trascendental es hacer consciencia y poder, en cierta medida, dirigir nuestros pensamientos, nuestras actitudes y nuestras percepciones hacia el lugar que más nos convenga en el momento. Podemos invitar a nuestra mente crítica a analizar más en el trabajo si es que somos muy accesibles, o invitar a nuestro corazón a gobernar nuestras interacciones personales, si es que tendemos a llevarnos más por la mente en ámbitos sentimentales. Tal Ben-Shahar menciona que al evadir las emociones consideradas negativas, minimizamos nuestra capacidad de sentir también las emociones positivas. Mientras más nos permitimos sentir la gama de sentimientos humanos en su totalidad, nuestra existencia es más rica y profunda.
La existencia humana es enredada y la complejidad implica que deberíamos permitirnos vivir lo que está en el presente, abrir las puertas al momento, a la experiencia, sentir lo que está presente con amplitud de consciencia sin negar la realidad, pero al mismo tiempo implica hacer uso de nuestras capacidades para elegir como queremos vivir. Así que la felicidad está en tus manos ¿cómo eliges vivir hoy?