Por Eduardo Calixto
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Cada que miras a la persona que te gusta, y esta te regresa el gesto, tu cuerpo libera una sustancia llamada dopamina, una especie de descarga emotiva que te llena de felicidad y, ¿por qué no?, de placer también. Es por eso que el enamoramiento ayuda a crear lazos efectivos y generadores de apego, y que son fundamentales para que la pareja nueva sobreviva los retos iniciales del tipo conocer a tus suegros.
Según especialistas en mapeo cerebral, hay doce áreas del cerebro involucradas directamente en el enamoramiento e incluso pueden llegar a ser 19 cuando el amor madura.
Cuando una persona nos hace sentir ese no sé qué que qué sé yo, hay una revolución dentro de nuestro organismo comandada por las endorfinas, los endocannabinoides, la vasopresina, la oxitocina, las hormonas sexuales y el oxido nítrico, entre otras sustancias difíciles de pronunciar.
En total son unos quince elementos, entre neurotransmisores, hormonas y sustancias endógenas, pero en esta batalla los capitanes son en definitiva la oxitocina y la dopamina, ya que sin ellos no existirían ni el amor ni la fidelidad ni la necesidad obsesiva de ser amado.
El Factor Biológico
Las relaciones en un principio suelen ser muy intensas, pero las maripositas en la panza (triste, si) duran solo entre tres y cuatro años. Que durante esta etapa seamos especialmente monógamos se explica desde las neurociencias como algo evolutivo y biológico: la necesidad de perpetuar la especie.
En un inicio nuestro cerebro no permite que pensemos en otras personas- o posibles parejas-por cuestión genética, pero eventualmente esta sensación se va reduciendo poco a poco y después de tres años podemos volver a sentir que otra persona nos sube “la bilirrubina”, o la dopamina, más bien o es monótona, pues el cerebro se da el tiempo para buscar algo mejor.
De la monogamia biológica a la social
Una vez que transcurren estos tres años de amor intenso, quienes toman las riendas de la fidelidad son los factores sociales. Gracias a ellos decidimos mantener o no una relación. Pensamos que para vivir en sociedad y cuidar a nuestros hijos (si los hay) es más conveniente estar en pareja.
Es decir, después de ser monógamos biológicos nos convertimos en monógamos sociales.
El cerebro aprende a reforzar positivamente esta decisión generando dopamina (nuestra vieja amiga), pero esta vez por el cuidado de la familia. Los humanos somos la única especies de mamíferos monógamos, y esto se le atribuye a nuestra inteligencia: ser fiel es, por así decirlo, un triunfo de la evolución (no soy infiel, querida, soy un poco evolucionado…).Es una decisión.
La corteza prefrontal es nuestro freno de mano contra la dopamina: no ayuda a valorar, medir riesgos, evitar peligros y que tomemos decisiones arbitrariamente.
Así los cerebros más grandes se relacionan a comunidades con más reglas sociales de convivencia. Es decir: mientras más grande el cerebro mas monógamo el sujeto…
La oxitocina también ayuda
A pesar del bache de los tres años, la bien conocida “hormona del amor” también juega a favor de mantener a la pareja unida. Esta molécula se libera con los besos, abrazos y orgasmos.
Es una verdadera maravilla: disminuye el estrés, tensión y tristeza, nos hace empáticos, reduce la agresión. Es la hormona por la cual mantenemos a la pareja y a la familia unida por mucho tiempo, incluso podemos decir que la especie humana subsiste gracias a la oxitocina. La monogamia biológica depende de la dopamina y la monogamia social o emocional de la oxitocina.
Las mujeres tienen más oxitocina que los hombres, de ahí que tu abuelita sea la que siempre te insiste en que vayas a la comida familiar y tu abuelo ni se acuerda de tu nombre
Especialistas del Instituto Karolinska, de Estocolmo, Suecia, se pusieron a investigar este escombro tema desde una perspectiva científica.
Descubrieron que existe variante del gen RS334 y los hombres que la tienen son más propensos a ser infieles. Pero no solo eso, también están menos capacitados para socializar y fracasan mas en sus relaciones de pareja.
Como buen- o mal- gen, puede heredarse, así que quizá después de todo la culpa si sea de tus suegros. También está el asunto de que el cerebro masculino trabaja más lento, por eso los hombres son menos intensos en sus relaciones, olvidan datos y se toman las cosas menos en serio. No es él, es su cerebro.