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Un día en la India

De esos días cuando en plena ciudad, te encuentras Dioses extranjeros y terminas cantando. Ya saben que practico el periodismo vivencial.

mayo 20, 2015

factor-figueroa-martha  Por Martha Figueroa
  Tw. @marthafigueroax

Mientras Salma Hayek paseaba escotadísima en la Riviera Francesa en el Festival de Cannes, yo hice un viaje espiritual por la India.
Sí, la India llegó hasta mi calle. Lo anunciaban por el micrófono “bienvenidos al festival Ratha Yatra 2015 ¡amor y paz! ¡desfile de carruajes gigantes! ¡vengan a adorar a Krishna!”. Es lo bonito que tiene la vida, que a veces puedes viajar por el mundo sin moverte.

Pues a mí me encanta sumarme a las culturas. Así que con un look entre Angélica Aragón y Rigoberta Menchú –es que me amarré un batón hindú y un trapito guatemalteco-, me mezclé entre la multitud como una iluminada más.

Había un hombre que cantaba en lenguas extrañas, mujeres en saris coloridos, comida india y platillos vegetarianos, inciensos, monjes rapados chicos, grandes y medianos, figuras de deidades de aquellos lares y muchas actividades como las ceremonias de fuego, conferencias, lectura de poemas de la India antigua, etc. Yo me sentía en Calcuta ¡lo juro!

Es que hasta había autoridades oficiales entre los invitados, como el embajador de la India, al que no pude saludar porque me distraje con una niña pintada de azul de pies a cabeza (ándale como el Dios Krishna). El caso es que me adapté de inmediato al evento porque yo veo a alguien en túnica y me dan ganas de unir su espiritualidad con la mía.

Todos los asistentes eran muy amables y relajados, te decían “Hare krishna” y entonces tú contestabas “hare krishna”: así de fácil era la convivencia.

Es que el festejo era en honor a Jagannatha y a Bhaktivedanta Swami Prabhupada fundador de uno de los grupos más importantes de Hare Krishna, que estaba ahí de cuerpo presente –bueno, en estatua de cera súper realista-.

La Asociación Internacional para la Conciencia de Krishna es considerada una secta destructiva en algunos países y se ha visto envuelta en distintos escándalos de corrupción, abuso sexual y narcotráfico. Francamente, yo no ví nada raro en el festival, pero también tengo que admitir que desde niña he estado muy propensa a caer en sectas y hay que estarme cuidando siempre.

Lo cierto es que, de pronto, nos purificamos. Creo que fueron los mantras. Hagan de cuenta que era “una espiga dorada por el sol…” , pero del hinduismo. Todos entonamos como hermanos “Hare krishna, hare Krishna, Krishna Krishna, hare hare…” Se te ponían los pelos de punta. A mi hijo le sonó más bien a terapia de choque grupal multicultural, pero a mí me pareció precioso lo de “hare rama hare rama, rama rama, hare hare”. A lo mejor me dejo sugestionar fácilmente, pero siento que ya escalé un peldaño más en la escalera del karma.

Por supuesto el programa no fue solo religioso, hubo momentos musicales modernos (bueno ponle que de 1970) como cuando cantamos “my sweet lord…(aaaleluuuya), oh my lord (aaaleluuuya)” de George Harrison –que siempre me gustó más en su etapa post Beatles- y con eso dejé constancia que soy partidaria del periodismo vivencial.

Pues entre cánticos y humos variados, mis vecinos se pusieron más amigables que de costumbre. Y yo, ahí como me ven de aguerrida, logré una paz psicológica impresionante (aunque con el primer empujón en medio de las plegarias me regresaron los instintos malignos).

Por cierto, Alex compró en el evento un ‘souvenir’ de la India moderna: un cubrecama chillante con un monje en flor de loto en el centro y ‘om’ por todas partes. Yo creo que hará mix & match con las imágenes de Bob Marley y eso le dará mucha vida a su cuarto. Aunque presiento que de ésa decoración a la fumada de yerba, hay sólo un paso

mayo 20, 2015