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2024-12-27 08:20:45

Lo que te urge cambiar si quieres mejorar tus relaciones

Cómo darle la vuelta a lo que ha dañado nuestra forma de relacionarnos, para acabar con ese patrón destructivo y de dolor.

junio 10, 2020

Ángeles Wolder
Directora del Instituto Ángeles Wolder y autora de los libros El Arte de Escuchar el Cuerpo y El reflejo de nuestras emociones. Licenciada en Kinesiología y en Antropología Social y Cultural, Profesora en Enseñanza Universitaria, y Máster en Psicosociología. Acompañante en la gestión de los conflictos emocionales a través de la Descodificación Biológica.
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Vamos a hablar sobre la parte más oculta de las relaciones, sobre aquello que normalmente se nos pasa por alto en lo cotidiano y no queremos ver empezando con cómo nos afectan, cómo nos influyen y, sobre todo, cómo sentimos lo que vivimos en las relaciones.

Las personas estamos motivadas naturalmente para formar y mantener vínculos interpersonales. Los factores que nos motivan a afiliarnos a otras son muy simples: querer estar en compañía y tener relación con otras sin tener ningún beneficio especial.

El no contar con un buen colchón emocional en cuanto a relaciones se refiere, pude provocar que nos sintamos aislados y percibamos la soledad como algo no elegido. Y nada más alejado de la realidad, porque somos completamente responsables de todo lo que vivimos.

Lo interesante hoy es que las relaciones también constituyen un gran campo de experimentación que nos permite averiguar quiénes somos realmente, sin quedarnos con una idea fija e inflexible que responde a un mantra interno muy repetido: “como soy así no voy a cambiar, en todo caso, que sea el otro quien se adapte a mis circunstancias”.

Las relaciones exigen adaptaciones
Concesiones, pisar freno o acelerador y todo eso para evolucionar como seres humanos.
Todas las personas necesitamos de afecto, de caricia, de mimo.
Un estudio sociológico puso de manifiesto cómo los niños “huérfanos de Ceausescu” (hijos del comunismo en Rumanía) criados en orfanatos, pero sin cariño no se habían desarrollado completamente a nivel psíquico y tenían muchos problemas físicos.
Por lo tanto, podemos afirmar que la salud psiconeuroinmunológica depende de este cariño
Mientras que el apapacho nutre fortaleciendo el sistema inmune, la discusión o el malestar relacional desgasta. Si se viven las relaciones de manera conflictual o de manera “poco sana” lógicamente nos enfermaremos más.

Desde la Descodificación biológica miramos la manera en que se ha vivido en función del síntoma resultante.
Nos unimos y relacionamos calibrando lo que nos producen las personas en general y lo hacemos en función de cómo conformamos el primer vínculo.
John Bowlby, psicoanalista británico y autor de la Teoría del apego, explica cómo el primer aprendizaje relacional madre-hijo (cuidador-hijo) marca las relaciones futuras.
El apego es el vínculo afectivo que establece el bebé con la figura de referencia
Este vínculo se inicia cuando el bebé hace una demanda y para ello llora (ya sea porque tiene hambre o porque tiene frío) y el cuidador tiene que interpretar el llanto y si responde adecuadamente a la demanda generando un apego seguro.
Si en etapas tempranas se consiguió un buen apego sucederá lo mismo siendo un adulto. La persona será madura, independiente, segura y tranquila.
El “problema” se da cuando el cuidador no entiende lo que se le está pidiendo o no está disponible.
Es ahí cuando empiezan los desórdenes en las relaciones, porque el apego que se genera es inseguro y para completarlo puede ser ansioso (la intimidad da inseguridad), ambivalente (voy-vengo, no me comprometo) o inexistente (no poder relacionarse).
En ese sentido, vale la pena sentarnos y analizar qué sentimos ante el otro.
Si lo que sientes es seguridad y confianza podrás devolver lo mismo.
En cambio, si percibes ataque en las relaciones, difícilmente podrás entregarte.

¿Qué nutre una relación?
Tener pareja, hijos, familiares, compañeros de trabajo o amigos nos hace sentir bien física y mentalmente, pero la pregunta es ¿Cuánto las cuidamos? ¿Cuánto nos importan?
Haz una lista ordenada de lo que crees que nutre una relación y con qué la mejorarías.
Los ingredientes de una relación sana: comunicación sana, escucha atenta, interés genuino, tiempo compartido y sinceridad.
Comunicación sana. Hay una comunicación que aleja y otra que acerca. La comunicación sana implica mirar de manera neutra y objetiva un tema cualquiera, poder expresar sin juicios ni criticas
Por ejemplo, cuando decimos:
Tu no me escuchas: No me siento escuchado
Me has ofendido → no eres tú que lo has hecho, sino que cuando dijiste tal cosa yo me sentí así.
Es un X → cuando haces o dices X pienso que …

Puede de parecer algo fácil de analizar, pero requiere de entreno como cualquier otra habilidad humana. Para conseguirlo es importante el autoconocimiento y revisar el por qué reaccionamos como lo hacemos desde el automático en lugar de detenernos y ver qué sentimos antes de hablar.

Con el tiempo nos volvemos inflexibles
Las reacciones en las relaciones se vuelven estereotipadas. Es decir, sé cómo va a reaccionar el otro y lo que voy a decir o hacer. En todo caso, pasan a ser repetitivas y no creativas.

¿Cómo conseguimos ver todos los lados de un prisma?
Estando dispuestos a dejar de tener razón.
Hay muchas herramientas de autoconocimiento.
Cada una de las respuestas de lo que llamamos carácter hoy, se conformó a través de experiencias más o menos dolorosas de nuestra biografía.
Todas las experiencias que tuvieron un impacto emocional en un pasado tienen posibilidad de ser sanadas y ninguna de ellas deja una cicatriz en el ser esencial
Una práctica vale más que mil palabras

¿Qué hacemos?
Analiza una relación con la que te sientas obligado a estar hoy. Fíjate en qué es lo que te molesta: ¿no escucha?, ¿no se involucra?, ¿se mete donde no le llaman?, ¿critica?, ¿nunca ayuda?, ¿siempre se siente víctima?
Ahora te propongo un ejercicio: Cierra los ojos y observa que frente a ti hay dos partes tuyas, la que se queja por lo que le molesta y la que cuando fue pequeño/a se sintió igual.
Tampoco intentes interpretarlo. Se trata de darte permiso de sentir lo que estás sintiendo y tenerte paciencia. Quizás vienen emociones, ganas de llorar, de abrazar a ese niño: prueba a hacerlo con tus brazos imaginado que puedes atenderte y darte lo que te falto.
Observa como reaccionas hoy debido a eso que viviste en el pasado. Quizás trabajas mucho, no te permites placeres, no cuidas de ti, etc. Reconócelo, atribúyele un lugar y ocúpate de sentir sin juzgar.
La principal relación para sanar es la que tenemos con nosotros mismos. Si esa relación funciona, las otras también.

junio 10, 2020