Adriana Esteva
Especialista en Nutrición Emocional
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En la comida como en la vida, recreamos en el plato mucho de lo que hacemos en la vida. La satisfacción para muchos quienes hemos estado barajando las cartas de la restricción, las dietas, las obligaciones y el maltrato por tantos años, resulta un platillo muy codiciado y pocas veces alcanzado.
Vamos a revisar primero la insatisfacción en el terreno de la comida:
Chequemos algunos puntos que pueden darte la respuesta a esta pregunta que seguramente te has hecho en más de una ocasión:
No comí lo que en realidad deseaba: Si como algo que en realidad no se me antojaba o no me gusta tanto, no es de extrañarse que siga buscando en eso que está en mi boca y que no deseo, un sabor y sensaciones que no voy a encontrar. Es como pedirle a un plátano que sepa a coctel de camarones.
Te pongo el ejemplo de Cynthia, una joven de 23 años con muchos sueños por delante en el terreno de la actuación quien durante un ejercicio del Taller COMIENDOME MIS EMOCIONES, explotó entre en llanto y risas diciendo: “¿Cómo no voy a estar todo el tiempo hambrienta, insatisfecha y de mal humor, si en lugar de comerme unos huevos revueltos como quería, me comí unas claras con suplemento sabor espinaca que sabían espantoso y en lugar de un café con leche, tomé un té con sabor a chocolate que apenas pude tragarme por su mal sabor?
Por temor a darnos cuenta que lo que necesito no tiene nada que ver con comida; plasmamos en el terreno de la comida insatisfacciones que corresponden a otros ámbitos de la vida, mucho más “peligrosos” de revisar.
Porque la comida se vuelve la única fuente de placer; es definitivamente menos riesgoso encontrar placer en la comida que en una relación de pareja o en una caricia. La comida aparentemente no pide nada a cambio, no juzga, no exige pero sobre todo: no abandona
La atención estuvo en el bocado siguiente no en el que está en la boca. La satisfacción es resultado de la atención y del momento presente, se teje a cada bocado, en cada instante y en cada respiración. No es el resultado de, si no el encuentro continuo de ti en lo que ocurre. Si en cuanto te compras una blusa, ya estás ansiosa porque no tienes el pantalón, y cuando tienes el pantalón ya estás pensando en los zapatos, no te das el tiempo de que la satisfacción “te alcance”.
Porque dejo de comer antes de que mi estómago de la señal de satisfacción: en esta fiebre enfermiza por vencer al hambre y bajar de peso, es casi imperativo quedarte siempre hambrienta. Si vences al demonio llamado comida, serás una heroína cuya corona (de espinas) será entregada por la diosa báscula. Lástima que este reconocimiento lejos de acercarte te aleja cada vez más de ti misma y de tus verdaderas necesidades y capacidades. Comer menos de lo que tu estómago requiere es igual de lastimoso que darle de más; supone un gran abuso y maltrato.
¿Quién se puede sentir realmente satisfecho de hacer eso?
Porque buscas en el alimento sabores creados por la mente y las fantasías: Por ejemplo, te repites que el pastel es la felicidad absoluta o que cuando comes chocolates te siento amada y como esto no es real, buscas bocado tras bocado esa felicidad absoluta y ese amor y como no aparece (ni aparecerá), aún después de tres pasteles y varios kilos de chocolate, quedarás asqueada, mareada, adolorida y empalagada…….pero no satisfecha
Porque no estas “presente” durante el momento de comer. Recuerda que uno de los puntos medulares para la satisfacción es estar presente, es decir sin distracciones mientras comes.
Porque deseo sentirme diferente a como me siento, comer algo diferente de lo que como y verme diferente a como me veo. Este si es la verdadera cárcel de la satisfacción, los barrotes de la negación y la no aceptación. Te has escuchado decir: ¡Odio tener tanta hambre! ¿Por qué no puedo ser como mi hermana que nunca engorda? ¡Como quisiera estar comiendo una deliciosa ensalada de papas en lugar de esta col hervida! ¡Si tan solo tuviera las piernas largas de Margarita! ¡Me choca sentirme vulnerable! Bueno pues mientras esas preguntas se generen en tu mente y no aceptes lo que eres, lo que tienes, lo que sientes y lo que ocurre, no habrá espacio para las mieles de la satisfacción entre tanta amargura.
Porque imito la forma de comer de alguien más: nuestra forma de comer es como nuestra huella digital, es única y atiende de manera directa e intransferible a tus necesidades, no a las mías ni a las de la Reina Isabel, solo a las tuyas. De tal forma si intentas imitarla no lograrás que embone y ¿Qué crees? Te sentirás incompleta, infeliz y claro: Insatisfecha
Por todo lo que te dices mientras comes: Cada pensamiento que pasa por la mente, genera reacciones a nivel químico y por lo tanto a nivel emocional. Si durante la comida estás pensando en lo mucho que te hizo enojar tu entrenador, no te sorprendas si acabas comiendo tres veces más de lo que necesitas, para aplacar ese enojo que vuelves a traer a ti cada vez que recuerdas la discusión. Lo mismo si te sermoneas acerca de lo mal que comes, lo mucho que tragas y lo gordo que te estás poniendo, tus emociones van a estar tan movidas que para “defenderse” de la agresión seguirán pidiendo comida, ya que por lo visto tú no estás disponible para atenderlas de otro modo que no juzgando
Por amenazarte con restringirte en las siguientes comidas: Como mencionaba ampliamente en mi libro “Cuando la comida calla mis sentimientos”, cada restricción conduce a la compulsión. Si te restringes durante la comida, tu sistema comenzará a planear un plan de ataque para aprovechar al máximo lo que le das y te hará casi imposible escuchar la señal de satisfacción.
Ponerte metas irreales en torno al peso y a la comida: Esto no es novedad, si te pones metas muy alejadas de donde te encuentras hoy, el espacio entre tú y ella es tan grande que te provocará frustración. En cambio, si después de fijarte un objetivo claro y alcanzable trazas rutas como la que te voy a compartir algunas páginas más adelante, te sentirás confiado, segura y motivado para seguir dando pasos firmes.