Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta.
TW: @marioguerra
encuentrohumano.com
¿Es lo mismo hostilidad, que ira y agresión?
El Dr. Dean Brunett, autor del libro “El cerebro idiota” dice que no:
Ira o enojo:
Es un estado de excitación emocional y fisiológico.
Alguien puede estar enojado o con ira, pero no necesariamente actuar de forma agresiva, porque la ira puede canalizarse de muchas maneras:
Hablando, escribiendo, respirando, racionalizando, etc.
Enojarse, sin agresividad, es una expresión de madurez personal.
Hostilidad:
Es el componente cognitivo de la agresión.
Es lo que te hace considerar al otro como un enemigo por lo que sea que te haya hecho y a lo que te haya hecho como algo indigno, agresivo y digno de castigo.
Es cuando se te calienta la cabeza porque empiezas a rumiar y a pensar el porqué otra persona te trató de tal o cual manera, por ejemplo:
Me quiere ver la cara.
Qué le pasa a este idiota.
Ya estoy harto de todos estos.
La hostilidad es lo que mantiene al enojo y desata a la agresión.
Agresión:
Esa es ya la reacción evidente de tu enojo y hostilidad llevada al acto o a lo que se conoce como una “agresión hostil”.
Es una forma impulsiva y agresiva de expresar el enojo o la ira.
¿Se puede ser agresivo sin enojarse? Si, como cuando una persona utiliza la violencia para asaltarte o alguien te hace quedar mal en el trabajo para ganarte una promoción; la persona en realidad no está enojada contigo, sino sólo está siendo agresiva para sus fines. Esto se llama “agresión instrumental”.
Entonces podríamos decir que:
Enojo es lo que sientes.
Hostilidad es lo que piensas.
Agresividad es lo que haces.
¿Para qué sirve enojarnos?
A nivel social, para hacerle saber a otra persona nuestro desacuerdo y molestia por algo que ha pasado y que va contra nuestros deseos, intereses o nos pone en riesgo de algo. Esto con la finalidad de que detenga o modifique su conducta (y nos pida perdón, de ser necesario para reparar una relación).
A nivel neurológico, afirma el Dr. Miguel Kazén, de la U. de Osnabrück, la ira reduce los niveles de cortisol, lo que amortigua los efectos nocivos del estrés en el cuerpo. Básicamente es como un mecanismo de liberación de energía acumulada.
Cuando deja de ser útil, e incluso se vuelve dañino, es cuando ya no sirve ni para una cosa ni para la otra porque:
Vivir enojado con alguien no sólo no repara, sino que afecta una relación o disminuye tu valor social.
Especialmente cuando tienes pensamientos hostiles o de ahí pasas a la agresión.
Una persona agresiva puede parecer dominante, pero sólo en tanto tenga el poder de infundir miedo de alguna manera en sus agredidos.
Estar en constante enojo mantiene alto el cortisol en el cuerpo, porque la ira nunca termina, con los efectos cardiovasculares que esto tiene.
Especialmente cuando tu enojo no sirve para modificar la hostilidad que lo mantiene.
¿Somos agresivos por naturaleza?
Lo que es natural en nosotros son las 5 emociones básicas (ira, alegría, tristeza, desagrado y miedo).
Tener reacciones agresivas ante el enojo, es propio de un niño pequeño, una infancia insatisfactoria o una mente poco madura.
La familia y la sociedad son los que nos enseñan cómo canalizar el enojo, idealmente de maneras socialmente adecuadas y maduras; es decir, diciendo que estamos enojados para reparar una relación y/o establecer nuevos límites con quien nos ha lastimado.
¿Por qué alguien es agresivo todo el tiempo o agrede por cualquier cosa?
Primero porque no ha desarrollado estrategias maduras para canalizar su enojo o contener su hostilidad.
Hay muchas teorías acerca de la agresión de las personas, pero en este caso quizá la que más se ajuste es la:
Teoría de la frustración-agresión.
La frustración es la imposibilidad de satisfacer una necesidad o un deseo.
A mayor el deseo, y los esfuerzos por conseguirlo, y mayor el obstáculo que impide alcanzarlo, mayor será la frustración que se sienta, el enojo que se experimente y la agresión que se ejerza.
Digamos que la frustración es el diferencial entre nuestros deseos y la realidad.
Esta teoría dice que cuando somos agresivos es por estar frustrados.
Toda agresión proviene de alguna manera de una frustración, aunque no toda frustración termina en agresión.
¿Pero entonces qué tiene que ver la frustración con que alguien sea agresivo?
Eso dependerá mucho de:
Qué es lo que frustra a la persona.
Si es algo que puede cambiar o no puede cambiar.
Lo que la persona puede hacer para resolver su frustración.
Si modifica la situación, se aleja o se adapta.
Hoy tenemos muchas fuentes de frustración:
Con la cultura de la inmediatez y el bienestar, en donde se nos ha prometido que todo puede ser como queremos, en el momento que lo queremos, cuando no es así (y muy seguido lo es), nos sentimos frustrados y es entonces que nuestro smartphone puede salir volando o que le echamos el carro a un ciclista porque “no nos deja avanzar”.
Cuando escuchamos noticias de delincuencia, corrupción y medidas arbitrarias, no está en nuestro poder inmediato poder cambiar eso y nos frustra.
Cuando alguien no está de acuerdo con nosotros, no tenemos la paciencia (ni la capacidad) para defender con argumentos coherentes nuestros puntos de vista e incluso verlo como eso, puntos de vista y no un asunto de ganar-perder y entonces mejor insultamos o tratamos de denigrar al otro por cometer el crimen de no darnos la razón.
¿Cuándo se vuelve esto más retorcido y dañino?
Cuando la fuente de la frustración no puede ser desafiada, entonces la agresión se desplaza hacia un objetivo inocente, lo que se conoce como “agresión desplazada”.
Agredes en las redes sociales, porque no puedes reprochar a tus padres que sentiste que no te querían.
Eres agresivo con tu pareja, porque si lo eres con el jefe te corre.
Maltratas a un animal, porque sientes que la vida no ha sido justa contigo.
Golpeas a tu hijo, porque sientes que no pudiste hacer nada importante en la vida.
Ofendes a la persona que te atiende porque tu pareja te dejó.
Y quizá te dejó porque desde antes ya eras una persona frustrada y agresiva.
Cuando no asumes la parte que te toca de responsabilidad en el problema y entonces todos tienen la culpa de que seas infeliz:
El gobierno, los paseos ciclistas, que por qué me dieron café cuando quería té, que el clima, que la lluvia…
Cuando todo esto pasa, en apariencia y a los ojos de los demás, alguien puede parecer una persona en eterno enojo con todo y con todos, pero quizá lo que tenemos enfrente es una persona profundamente frustrada con la vida y como a “la vida” le importamos un comino, entonces canaliza su frustración, a través de la agresividad, de todas las maneras posibles.
¿Bueno, pero hay que canalizar el enojo y la frustración no?
Si claro, pero el problema es que si lo canalizas a través de la agresión, y encima lo haces con quien ni vela tuvo en el entierro, lo único que harás será empeorar cada vez más tu estado, tus relaciones y tu bienestar emocional en el largo plazo.
Si no encuentras maneras no agresivas de canalizar toda la frustración que sientes, o sientes que estás enojado todo el tiempo sin saber por qué, es momento de buscar ayuda para no desperdiciar más tu vida o, ya al menos, pero no hacerle la vida imposible a otros.
Para colmo, la frustración afecta a tu autoestima y la baja autoestima no hace sino producir más frustración.