Por supuesto que todos buscamos una buena relación que nos haga felices, pero habría que reflexionar si todo lo que nos gusta o nos hace felices nos hace bien.
Sin entrar en detalles acerca de lo que es la felicidad, muchas veces, como pasa con los caramelos, nos sentimos atraídos por los colores, los sabores y la experiencia que ofrecen, pero debemos saber que sólo ofrecen eso; experiencias momentáneas, sabrosas, pero que no acaban por nutrirnos emocionalmente. No digo que comer caramelos sea malo, en tanto no sea lo único que se coma en la vida.
¿A qué llamaríamos una relación “caramelo”?
Pensemos justamente en eso. ¿Cómo son los caramelos? Dulces, coloridos, sabrosos, llamativos, a veces se reciben como un premio.
Pero pensemos también en su lado B No son nutritivos, producen caries, a algunas personas les hacen daño, en exceso empalagan, pueden quitar el apetito por lo que realmente nos hace bien.
Entonces una relación caramelo sería una que:
- Es muy llamativa (como de amor a primera vista).
- Pueden ser personas muy divertidas, muy románticas o ser el alma de la fiesta.
- Es muy sabrosa (suele ser muy intensa).
- Es colorida (te dejas llevar por el aspecto sin ver la tabla nutricional).
- A veces son como un premio (como cuando tienes una pareja “trofeo”).
- Te ofrecen un levantón de ego.
- Por su aspecto, su estatus, su poder…
- Puede ser adictiva (el cerebro pide más de lo que le da placer, sin importar si le hace bien a la persona).
- Incluso la adicción te hace desearlo.
- Es pasajera (el caramelo suele acabarse no cuando tú quieres, sino cuando se acaba).
Pero nadie entra conscientemente en una relación así, ¿no?
Efectivamente. Hay varios factores probablemente inconscientes que nos pueden hacer caer en este tipo de relaciones.
Una forma inmadura de amar. Aunque tengamos la edad que tengamos, eso no necesariamente significa que hayamos alcanzado la madurez. Cuando esto es así, nos resultan muy llamativas las relaciones de fuegos artificiales, las que nos hacen sentir mucho o las que son muy novedosas para nuestros estándares.
Relaciones idealizadas. Tan importante es amar como saber amar y poder elegir aquello sobre lo cual colocar nuestro amor, que se presupone es alguien que va más allá de lo intenso. Es alguien que lo valore, lo respete y lo nutra.
Parte del problema con esto es que la inmadurez emocional no sólo se ve reflejada en tus relaciones de pareja, sino en tu nivel de cumplir compromisos, de perseverar y empeñarte en el logro de metas y en general en la forma en que te relaciones con los demás.
Una gran necesidad. De amar, pero principalmente de ser amado. Las relaciones caramelo ofrecen un levantón de azúcar que, si tu autoestima no es muy sólida, te hace sentir en las nubes.
Es lo que llamaríamos la “autoestima contingente basada en las relaciones”. Es decir, sólo te sientes bien contigo cuando alguien está en una relación contigo. Si la relación se acaba, te sientes peor que antes de entrar.
En vez de tratar de entender qué estás haciendo mal, buscas otra relación de alta intensidad (pero baja calidad) que te saque a flote. Ya hemos hablado antes acerca de esto que se llama “relaciones de rebote”.
Así aprendiste que es el amor. Como cuando te sobreprotegieron y mimaron en exceso.
Ahora esperas que en tus relaciones de pareja ocurra lo mismo y te quedas en las que sí y desprecias las que no.
¿Cuál es el efecto de entrar y salir en relaciones así?
Acabas empalagado pero en abstinencia. Sabes que el caramelo ese ya te hartó, pero una parte de tu cerebro resiente su ausencia y entonces, aunque una parte de ti se sienta asqueada, otra parte te obliga a buscar más.
Muchas veces por esto recaes, como cuando caes en codependencia emocional que es una forma de adicción a una persona. A veces el empalagamiento viene de la mano de una actitud celosa o acosadora del otro, que como dices que eres el amor de su vida, se jura a sí mismo que si no eres para él, entonces para nadie. Esto se puede convertir en algo problemáticamente pegajoso.
Creas dependencia. Como niño esperando el postre, de pronto no te importa nada más que llegar a donde esté el dulce. Pero al igual que cuando tus padres se aprovechan de eso en tu niñez para hacerte comer bien “si no, no hay postre”, así te pasa cuando caes en manos de un manipulador que se aprovechará de tu necesidad.
Te vuelves una persona sujeta de manipulación y chantaje emocional. Como cuando te endulzan el oído o te prometen que ya nunca van a volver a hacerte lo que te han hecho ya muchas veces.
Idealizas. Si tienes una gran necesidad de vivir en un mundo perfecto, romántico y de fantasía, nada mejor que un mundo de caramelo.
A veces una relación así nos hace evadirnos de problemas personales importantes o de reparar nuestros fallos de relaciones pasadas.
Abandonas. Cuando la necesidad viene de una adicción a la sensación de estar enamorado; es decir, sólo a la parte dulce e inicial de las relaciones, cuando sientes que “se les acaba el dulce”, es decir, acaba la parte del enamoramiento, ya no te es tan atractiva y te vas en búsqueda de más azuquitar.
Esto evidentemente a la larga causa insatisfacción, sin contar el impacto que causas en la vida de las personas a las que les vas quitando el dulce.
Te hace diabético emocional. El problema con la diabetes es que el azúcar no puede entrar al interior de las células y se queda afuera en tu sangre haciendo estragos en tu cuerpo.
En este caso, ya no puede recibir amor verdadero porque te vuelves una persona desconfiada, resentida, temerosa y cerrada al amor.
Pero como las células del diábetico, sigues teniendo gran necesidad de esa energía que provee el amor, pero algo ya se descompuso y no hay manera de que entre.Lo deseas tanto como le temes, principalmente porque ya no quieres volver a sufrir.
¿Qué hacer?
Revisa tu forma de elegir. No es necesario que con quien te relaciones de manera romántica sea alguien increíblemente hermoso, súper inteligente o incluso extremadamente interesante. Busca que la relación sea una que te haga sentir bien; que te de la sensación de que te aceptan plenamente por lo que eres y sacan lo mejor de tí.
Desacelera. Toma tiempo conocer a las personas, así que aprovéchalo para realmente ver si esa persona que te gusta se parece a lo que más te gusta de ti.
Come frutas y verduras. Si solo nos gusta lo dulce y rechazamos los demás sabores, nunca aprenderemos a relacionarnos de manera completa con las demás personas. Es inevitable que en toda relación haya desacuerdos, diferencias de opinión y cosas que nos frustren.
Si no somos capaces de digerir esto, seguramente pensaremos que eso es una amenaza a la relación y no parte del proceso de algo normal en los vínculos humanos. No te gastes tu semana sólo en dulces, invierte en nutrir tu mente, tu corazón y tus relaciones.
Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta
TW: @marioguerra