Por Gaby Pérez Islas
@gabytanatologa
La mayoría no hace caso, y ya llegó el momento en que si no es por autoestima o carácter, que al menos sea por miedo a enfermarse le ponga fin a su codependencia.
La codependencia es una modalidad de comportamiento vincular que trae como consecuencia un alto nivel de estrés. Las enfermedades tanto de carácter orgánico como emocional quedan asociadas a ella, por lo que se padece dentro de una relación disfuncional (y la codependencia siempre es disfuncional, aunque funcione), y también por el abandono de la propia persona (típico de la personalidad codependiente).
¿Qué más estrés pueden imaginarse que el tener una vida satelital que gire en torno a las necesidades de otra persona? Y si esa otra persona es un adicto imagínense la montaña rusa en la que se vive. De hecho, ahora que lo pienso, el codependiente también es adicto, sólo que su sustancia es la persona a la que cree “amar” y no alguna otra droga o alcohol. Y es que el amor verdadero es otra cosa, siempre te habilita para vivir, no te inhabilita para ello. Por eso cuando alguien les diga que sin ustedes no puede vivir, no lo traduzcan a un “qué lindo, cuánto me ama”: reconózcanlo como señal de alerta y salgan corriendo. La vida es para compartirse con alguien, no para colgársele.
Los denominadores comunes de las relaciones codependientes familiares y de pareja son:
• La restricción emocional o la dificultad para identificar y poner en palabras sus propias emociones (también conocida como alexitimia, de la cual ya hemos hablado en radio y seguiremos hablando)
• La tendencia al perfeccionismo
• La actitud altruista
• Muchos sacrificios autoimpuestos
• La sumisión
• La represión de la hostilidad
• La negación de las propias necesidades
• Y la vulnerabilidad depresiva
Permanecer mucho tiempo (dos años ya es muchísimo) en este tipo de relación, le pasa una factura muy alta a tu organismo. Amar, así de mal, enferma.
Rescatadores profesionales
No es casualidad que muchos de los profesionales de la salud—provenientes de familia codependiente—hayan elegido esas carreras.
El Niño-Adulto ha desarrollado muchas veces una función dentro de su familia de origen de rescatador y resolvedor de problemas. Cuando este niño crece, se convierte en el Adulto-niño, que puede «profesionalizar» su función. Al desarrollar tareas relacionadas con la salud (médicos, enfermeras, psicólogos, trabajadoras sociales, etc.) el codependiente no hace sino colocar su adicción al servicio de la comunidad.
El codependiente realiza su tarea de manera controladora, obsesiva, compulsiva y perfeccionista. Esta modalidad acarrea con el tiempo una cantidad de estrés, que puede culminar en lo que se denomina síndrome de burn-out (o del quemado), caracterizado por diferentes síntomas:
• Del cuerpo: fatiga crónica, frecuentes dolores de cabeza, problemas de sueño, úlceras y otros desórdenes gastrointestinales, pérdidas de peso y dolores musculares.
• De la conducta: ausentismo laboral, abuso de drogas (café, tabaco, alcohol y medicamentos) incapacidad para vivir en forma relajada, superficialidad en el contacto con los demás, comportamientos de alto riesgo, aumento de conductas violentas.
• De las emociones: distanciamiento afectivo como forma de protección del yo, aburrimiento y actitud cínica, impaciencia e irritabilidad, sentimiento de omnipotencia, desorientación, incapacidad de concentración y sentimientos depresivos.
• Del trabajo: bajo rendimiento y mala calidad de los servicios que se presta a los pacientes, actitud hostil casi todo el tiempo (como estar a la defensiva) y comunicaciones deficientes.
Borren de una vez y para siempre sus canciones de “Si me dejas ahora…”, los poemas tristes y lastimeros, y contesten sí o no cuando les hagan una invitación, sin responder en automático “déjame ver con fulanito a ver qué opina”.
Conéctense de nuevo con quien son y lo que quieren. Lo les gusta y cuando les gusta; den ese gran paso hacia la independencia emocional y rompan esas cadenas que solitos construyeron.
Si todavía tienen dudas, recuerden que el codependiente no ama: necesita, reclama y depende.
Les recomiendo leer Cómo curar un corazón roto (Ed. Diana) y descubrir que su misión (si deciden aceptarla) es:
“[…] valerte por ti mismo, ponerte en pie y empezar a sentirte cómodo en tu propia piel otra vez. Sí es posible, toma tiempo y mucho esfuerzo pero aunque roto, hay un corazón que late en tu pecho […]”
¿Ya ven todo lo que el estrés puede dañar en diferentes áreas de la vida? Por eso, por salud, decidan ya no ser más codependientes.