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Que nada nos una para que nada nos separe

Por qué, si anhelan tanto el amor, cuando llega el compromiso empiezan a alejarse, física y emocionalmente.

agosto 20, 2019

Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta.
TW: @marioguerra

Las experiencias pasadas, incluso las que vienen de la infancia, pueden ser determinantes al momento de construir nuestro mundo interior. Aquellos que buscan protegerse de esas viejas heridas, al menos  de manera inconsciente, pueden ocultarse tras pesadas máscaras de aparente indiferencia y hasta abierta hostilidad. Son personas que temen o evitan los vínculos y que, sin embargo, dentro de ellos sigue existiendo una gran necesidad de establecerlos. Estas personas son prisioneros y carceleros a la vez porque pudiendo escapar no lo hacen, pero quedándose tampoco son felices; especialmente cuando los domina el miedo y la soledad es interior.

¿Qué es eso del apego?
Recordemos que el apego es un vínculo que se forma inicialmente entre un bebé y su cuidador primario (normalmente una madre) y cuyo objetivo es garantizar la supervivencia del primero.
“Tú eres valioso para mí, así que yo tengo que hacerme valioso para ti”
De entre diferentes modelos que clasifican los estilos de apego, podemos decir que hay apego seguro, ansioso y evitativo.  El seguro es el que ofrece una sensación de protección, pero que permite libertad (base segura y exploración).
Un apego que no ofrece seguridad y libertad, traerá problemas en la vida adulta
Como seres sociales e indefensos al nacer, todos hemos evolucionado para tener una gran necesidad de formar vínculos significativos.  Eso es lo normal para sobrevivir.
¿Pero qué pasa cuando lo que más se necesita es a la vez a lo que más se le teme?  Eso es precisamente el apego evitativo.

¿Qué es el apego evitativo?
No sólo se da en las relaciones románticas, sino incluso con amigos y familia.
Imagina que te sientes muy solo por dentro y necesitando amor y afecto.
Un día conoces a alguien de quien te enamoras porque tiene las cualidades que has estado buscando por mucho tiempo. Tu corazón da un salto de emoción y piensas: ¡Ahora estoy feliz y completo!  Además, aquella persona te corresponde.
Si la historia acabara aquí, todo estaría bien.
Pero algún tiempo después, que puede ir de unas semanas a algunos meses, tu nueva pareja quiere más de ti y de esta relación (recordemos que el amor siempre busca más y mejor).  Un día, cuando tu pareja te abraza, te dice que te ama y empieza a hablarte de planes a futuro experimentas una sensación muy parecida a el peor de los presagios posibles. El miedo se apodera de tu corazón y entonces quieres salir huyendo.
No lo haces de manera consciente, así que no identificas qué te pasa ni cómo evitarlo. Empiezas a alejarte, física y emocionalmente; inventas pretextos, alzas grandes murallas y te mientes hasta a ti mismo.  Un día, una persona sana se cansa de esta extraña dinámica de “Te necesito / Aléjate” y obviamente también empieza a cambiar y a alejarse y de eso sí te das cuenta. Te preguntas qué pasa; por qué se aleja, por qué te dejó de querer…  No te das cuenta que fuiste tú quien le alejó; que te estrellaste con tu propia muralla.
Finalmente, consigues destruir esa relación y vuelves a tu estado inicial de soledad y profundo deseo de amor y compañía, pero ahora con nuevas heridas por sanar.
Vives entre grandes murallas y cuando bajas tus defensas para que alguien entre, te sientes vulnerable, así que atacas a quien te ama, lo expulsas de tu reino y vuelves a encerrarte.
El apego evitativo es una gran necesidad mezclada con un gran miedo de ser amado.

¿De dónde viene este estilo de apego?
Generalmente de la infancia y la niñez.
Con padres que se asustaban contigo (no tenían idea de cómo criarte o simplemente huyeron por ese miedo).
Tu llanto y necesidades les confundieron y asustaron.
Asustados si no huían, entonces proyectaban en ti sus miedos:
Padres que te asustaban a ti mediante gestos, abusos y maltrato de todo tipo.
No sabían que hacer para consolarte que no fuera gritar, castigarte, mirarte con desprecio o alejarse de ti.
Después, al darse cuenta de su reacción, de inmediato montaban en arrepentimiento y te pedían disculpas por su conducta, pero eso se repetía una y otra vez (aunque aquel padre se cansara de repetirse a sí mismo “ahora sí me sacaste de mis casillas”, cuando en realidad prácticamente vivía fuera de sus casillas sin darse cuenta)
También pudo haberse dado con padres ausentes por cualquier causa, incluso por alguna enfermedad física y/o mental.
Por ejemplo madres o padres deprimidos.
Padres que no satisfacían, generalmente por incompetencia, las principales necesidades afectivas y de seguridad en el niño.
Su miedo a vincularse y su profunda incompetencia parental los hace refugiarse en cosas como las quejas, el trabajo, el alcohol o una relación de pareja conflictiva.
Imagina lo que debió haber sentido tu yo niño o niña cuando muchas veces, asustado por lo que pasaba afuera, corría a buscar protección en la figura que se suponía podría confiar ciegamente.  Imaginemos la pesadilla en dos de sus variantes.
Eres perseguido por la peor amenaza de tu vida y mientras más te acercas, tus padres más se alejan de ti como si tú fueras la amenaza.
Eres perseguido por la peor amenaza de tu vida, estás aterrado y corres a buscar refugio en tus padres, pero al acercarte descubres que esas supuestas figuras de seguridad son tan aterradoras como lo que sea que te esté persiguiendo.
Esto estableció las bases para que, en toda relación significativa futura, ya no pudieras confiar y sí incluso hasta temer.
A veces también proviene de eventos traumáticos en edades posteriores (muerte, agresiones, etc).

¿Cuál es el efecto de esto en la vida adulta?
Vas a evitar la cercanía, la intimidad y los vínculos (pero recuerda que tu necesidad no sólo no desaparece, sino que con el tiempo se hace más grande).
Te puedes comportar frío, inexpresivo e incluso manifestar que eres muy bueno para desapegarte y que a ti las pérdidas no te afectan.  Que eres de los que le da vuelta a la página rápidamente y sigue adelante.
Si esto fuera genuino está perfecto, pero la cuestión es que hasta las personas con apego seguro sufren el desamor o la ausencia.
No evitan amar o dejarse amar para que no les duela.
Distorsionas las señales.
El interés genuino que alguien puede tener por ti, por lo que haces y tus gustos, puedes verlo como intentos de control.  El alejamiento como desamor. Tus emociones, como algo que hay que ocultar para que no las usen como un arma
Desearías no tener que amar para que nada te una a nadie y así no salir lastimado.  Pero también desearías quedarte para siempre con alguien que te ame profundamente. Como verás, ambas cosas son incompatibles en una relación sana.
Te sientes victimizado por los otros o por la vida; recuerda que no te das cuenta que eres tú quien provoca todo esto por tus más grandes miedos que no te dejan satisfacer tus más grandes necesidades.
Toda señal de desamor es una amenaza. Toda señal de amor es una amenaza. Toda indiferencia es una amenaza.
La cuestión es que no son los otros la amenaza; pero sí son los desencadenantes del miedo e inseguridad que sentías en la infancia y que te hacen actuar alejándote de lo que te asusta.
Otras áreas importante de la vida se ven afectadas también.
La persona se comporta ansiosa y hostil ante cambios significativos como pérdida de la salud, la muerte de un ser querido o la pérdida del trabajo.
Como no aprendió a confiar en los otros, es muy posible que, muy en el fondo, tampoco confíe en sí mismo.  Un problema clásico que da orígen a una autoestima baja.
Esto se refleja incluso hasta en la relación terapéutica.
Personas que aseguran que se mueren de ganas y necesidad de estar en terapia porque ya no aguantan más y, cuando llega el momento, no se presentan o empiezan a faltar.
Preguntan cuánto cuesta, hasta dónde está, que horarios tiene, que corriente sigue, cuánto va a durar, esto para que me va a servir, etc.  No tiene nada de malo saber todo esto, pero la cuestión es que no debería ser usado como pretexto para no obtener ayuda.
Quieres lo que no puedes y lo que puedes no lo quieres.

¿Qué podemos hacer?
Evita tomar decisiones importantes basado en un gran miedo o una gran necesidad. No es poco común que idealices a las personas y con la misma rapidez sales huyendo de las relaciones.
Busca responder a tus necesidades de afecto como te gustaría hacerlo, no como sientes el impulso de hacerlo.
Evita confiar y desconfiar demasiado pronto.
Muchas personas, por su gran necesidad de ser amados, se abren por completo a los desconocidos.
Si bajas demasiado tus defensas, cualquiera podrá entrar.  Si las subes muy alto, sólo los malhechores tendrán acceso
Establece límites que te sean adecuados, pero que no alejen a quien te ama.
La idea es que encuentres la manera o la ayuda necesaria no para reconstruir tu pasado, que ese ya no va a cambiar, sino para reconstruirte tú en el presente al enseñar a tu niña o niño interior que puede confiar en ti porque tú no lo vas a lastimar.

agosto 20, 2019