Viene mi querido Mario Citalán para hablar sobre los tipos de apegos emocionales y cómo darnos cuenta de que los tenemos.
Hoy vamos a hablar de los 4 tipos principales de apego emocional, mismos que se “construyen” durante la infancia pero pueden tener impacto durante la vida adulta.
¿QUÉ ES EL APEGO EMOCIONAL?
El apego emocional es un vínculo afectivo que se establece desde los primeros momentos de vida entre la madre y el recién nacido o la persona encargada de su cuidado.
Su función es asegurar el cuidado, el desarrollo psicológico y la formación de la personalidad.
El establecimiento del apego desde la infancia más temprana se relaciona principalmente con dos sistemas: el sistema exploratorio, el cual permite al bebé contactar con el ambiente físico a través de los sentidos; y el sistema afiliativo, mediante el cual los bebés contactan con otras personas.
El apego se compone de tres componentes: la construcción mental que permite establecer la relación de pertenencia e incondicionalidad, la unión afectiva que proporciona sentimientos de alegría y bienestar, y el sistema de conductas de apego focalizado en mantener un contacto privilegiado.
¿CÓMO SE ESTABLECE EL APEGO?
En el transcurso del primer año, se establece un vínculo de apego con la persona con quien tiene más contacto y aparece el miedo ante los desconocidos. El apego es el encargado de proporcionar seguridad al niño en situaciones de amenaza.
El apego seguro permite al niño explorar, conocer el mundo y relacionarse con otros; bajo la tranquilidad de sentir que la persona con quien se ha vinculado va a estar allí para protegerlo. Cuando esto no ocurre, los miedos e inseguridades influyen en el modo de interpretar el mundo y de relacionarse.
LOS CUATRO TIPOS DE APEGO EMOCIONAL
Apego seguro
Alrededor de la mitad de la población tiene este tipo de apego, en el que por lo general no existe una preocupación frecuente por el abandono del entorno o por el excesivo compromiso.
En la interacción con los demás prevalece la comodidad, la tranquilidad y la confianza, siendo capaz de tener interacciones equivalentes con sus iguales y con otras figuras de apego.
Se consideran merecedores de afecto y tienden a la calidez y estabilidad. La autoestima es buena, tienen independencia y buscan relaciones positivas.
Apego ansioso y ambivalente
El apego ambivalente se muestra en la adultez como una manera de relacionarse en la que se puede pensar que se es menos valorado de lo merecido.
Las propias identidad y autoconcepto pueden estar dañadas, existiendo inseguridad con respecto a querer/no querer o ser/no ser querido. Se desea una relación íntima y profunda, pero ello puede generar a su vez una cierta reticencia y miedo.
No es poco frecuente que este apego genere situaciones de dependencia o codependencia, así como miedo al abandono.
Apego evitativo
Los niños con apego de tipo evitativo han asumido que no pueden contar con sus cuidadores, lo cual les provoca sufrimiento.
Se conoce como “evitativo” porque los bebés presentan distintas conductas de distanciamiento. Por ejemplo, no lloran cuando se separan de cuidador, se interesan sólo en sus juguetes y evitan contacto cercano.
En este tipo de apego, también inseguro, podemos observar cómo la persona tiende a no buscar seguridad y protección en la figura de apego. Cuando se va no suelen mostrar grandes niveles de sufrimiento o miedo y su retorno no resulta especialmente celebrado, existiendo cierto nivel de indiferencia o evitación del contacto con ella.
El motivo de esto puede estar en que la figura de apego puede haberse considerado lenta o poco sensible a las necesidades del menor, especialmente en lo que se refiere a afecto y protección.
Pueden sentirse no apoyados o que sus necesidades son rechazadas, lo que puede conducir a la evitación como manera de defenderse del malestar asociado a la sensación de abandono.
Apego desorganizado
Es una mezcla entre el apego ansioso y el evitativo en que el niño presenta comportamientos contradictorios e inadecuados. Hay quienes lo traducen en una carencia total de apego.
Lo constante en los cuidadores han sido conductas negligentes o inseguras. Se trata del extremo contrario al apego seguro.
Casos de abandono temprano, cuya consecuencia en el niño es la pérdida de confianza en su cuidador o figura vincular, e incluso puede sentir constantemente miedo hacia ésta.
Los menores tienen tendencia a conductas explosivas, destrucción de juguetes, reacciones impulsivas, así como grandes dificultades para entenderse con sus cuidadores y con otras personas.
Los adultos con este tipo de apego, evitan la intimidad, no han encontrado una forma de gestionar las emociones que esto les provoca, por lo que se genera un desbordamiento emocional de carácter negativo que impide la expresión de las emociones positivas.
¿CÓMO SABER QUÉ TIPO DE APEGO TENEMOS?
Suelen ser personas con alta carga de frustración e ira, no se sienten queridas y parece que rechacen las relaciones, si bien en el fondo son su mayor anhelo.
En otros casos, este tipo de apego en adultos puede encontrarse en el fondo de las relaciones conflictivas constantes.
¿SE PUEDE CAMBIAR EL TIPO DE APEGO EMOCIONAL?
Sí, el apego no es inmutable ni se mantiene en la misma medida en todas las personas a medida que el desarrollo progresa.
Además, el comportamiento de todo individuo en una relación se ve mediado por la conducta del otro. Las relaciones de amistad, laborales y de pareja también influyen en el tipo de apego y el rol que se mantienen con las nuevas figuras de apego.
Todo esto es necesario interpretarlo desde un prisma integrador; lo cual implica que todas las interrelaciones que se producen desde el nacimiento hasta la edad adulta marcan el comportamiento del momento actual.
Una persona con un estilo de apego inseguro en la infancia puede “aprender” de las conductas de apego seguro que le proporcionan su pareja u otras personas queridas, como puede ser un grupo de amigos íntimos psicológicamente saludables.
En todo caso, lo importante es desarrollar las estrategias convenientes para generar seguridad, con los recursos que tengamos disponibles. Actualmente existen múltiples factores psicosociales que tienen consecuencias importantes en la formación de vínculos primarios.
Por ejemplo, la falta de conciliación laboral donde los cuidadores (madres/padres) trabajadores se ven obligados a dejar a sus pequeños con otras personas, así como la ausencia de esas otras personas para ayudar con el cuidado de los hijos o de servicios sociales que compensen.
Esto deja ver que la tarea de formar estilos de apegos seguros compete a distintos actores, no sólo a las madres, los padres o las figuras vinculares cercanas.
Fuente: Mario Citalán, Médico cirujano con Especialidad en el Tratamiento de las Adicciones. Tiene más de 20 años de experiencia en la atención y cuidado de la salud mental y terapéutica para trastornos mentales y emocionales.
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